Bieito Rubido
señala en su “Astrolabio” del diario ABC lo siguiente: “Prohibir las corridas
de toros en las Islas Baleares no va a arreglar ningún problema a los isleños.
De hacerse, seguirá habiendo paro, quienes lo pasan mal continuarán con sus
penurias y las listas de espera de la sanidad pública no se reducirán. Tampoco
el archipiélago será ejemplo de logro alguno, ni su presidenta, la socialista Armengol, ganará por ello puesto de
honor en la galería de la historia. Es, sencillamente, un acto represivo. Como
tantos otros. No son los toros ni la fiesta taurina los que corren peligro. Es
la libertad”. Bueno, es una opinión que respeto aunque no comparto. Pero
una cosa es “la esclavitud de lo correcto”, como señala Rubido, y otra muy
distinta lo acontecido en la
Plaza de Toros de Palma de Mallorca. La infanta Elena de Borbón acudió ayer jueves a
los toros acompañada de dos hijos: Froilán,
de 18 años y Federica, de 15. Ello
ha sido causa de que el grupo de mallorquines “Mallorca sin sangre” haya criticado que “ni la familia del Rey es
capaz de respetar las leyes”, según leo en el diario digital El Español, al hacer referencia a que
“la ley que prohíbe la entrada a los festejos taurinos de los menores de edad”.
La familia del Rey, en consecuencia,
debería dar ejemplo de ciudadanía. Y los encargados de controlar los accesos a
la plaza de toros deberían cumplir con la misión para la que son contratados.
Las leyes en España son iguales para todos. El portavoz de Mallorca Sense Sang, Guillermo
Amengual ha ido más lejos todavía, al afirmar -según refleja ese diario-
que “es una imagen bochornosa y que demuestra una
vez más que la justicia no es igual para todos, pero que no le sorprende esta
situación porque en la
Familia Real (sic) hay una larga tradición de defender el
maltrato animal y la tortura y muerte por diversión”. Él sabrá por qué lo dice.
A mi entender la libertad corre peligro
cuando, entre otras cosas, no se respetan las leyes vigentes. La grandeza de
España no está escrita en las cunas cortesanas ni en las ascendencias de sangre
azul, que me importan un comino, sino en el comportamiento ético de los
ciudadanos, que es donde reside la soberanía.
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