Cada vez que mi nieta Candela
aparece por casa, cuando se aburre de jugar con sus cacharritos de cocina
pretende que le haga juegos de manos. Pero yo soy tan negado con los trucos de
magia que hasta su otra hermana, Olivia,
que todavía no ha cumplido los dos años de edad, es capaz de descubrir los
engaños. Hasta que un día, hace poco, hice un truco que dejó a Candela
descolocada por completo. Me consta que los niños de hoy, tan aficionados a las
colas y a las oranginas, desconocen algo que fue muy común en mi infancia: la
gaseosa de sobre. Escudriñando en un aparador de la cocina descubrí que todavía
guardaba una cajita de las conocidas gaseosas “Armisén”. Le dije a mi nieta que prestase mucha atención. En un
vaso con agua añadí media cucharadita de
azúcar y después saqué los milagrosos sobres, uno blanco y otro amarillo. Los
eché sobre el agua, le di vueltas con la cucharilla y enseguida aquello comenzó
a subir de volumen y a lanzar burbujas sonoras. Le dio un sorbo y quedó
maravillada. Aquel día comprendí que había conseguido el truco de mi vida y que
la admiración de mi nieta hacia mí sería eterna. Los niños de hoy desconocen la
gaseosa de sobre, el juego de las chapas, los juguetes de hojalata a los que se
les rompía la cuerda, etcétera. Nunca se han subido a un árbol ni han utilizado
el tirachinas ni han leído Trampolín…
En Aragón existió en la primera mitad del siglo XX una gran afición al consumo
de gaseosas de sobre. De hecho, la Farmacia y Laboratorios de Antonio Armisén
comenzó su andadura en 1850 en Zaragoza. Estaba situado en la Plaza del Pueblo nº 5 (que a
partir del 18 de julio de 1936 pasó a denominarse Plaza del Carmen). Su gaseosa
fue declarada de utilidad pública el 5 de marzo de 1883 y premiada en varias
Exposiciones Internacionales, como la de Alejandría en 1901 o la Hispano-Francesa
de Zaragoza en 1908. También fabricaba el alimento infantil Nesfarina y la moka concentrada Armisén se anunciaban en la prensa nacional a
comienzos del siglo XX. Pero de niño recuerdo haber bebido otra gaseosa en
polvo: El Tigre, del valenciano Alejandro Martínez Máñez, que comenzó a
fabricarlas en 1915 en su tienda de comestibles. También se fabricaron dos
gaseosas en polvo en la provincia de Huesca: en Albalate de Cinca, por el doctor Andreu, y en Azanuy, por el farmacéutico José María Gimeno, a partir
de 1915, que incluía un papelito en el interior de cada cajita con distintos
refranes.
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