Señala hoy José Luis Corral en El Periódico de Aragón:
“Y así seguimos, con un país desilusionado, con la juventud emigrando, con
muchos trabajadores cobrando sueldos de hace veinte años, con las desigualdades
económicas y sociales creciendo, con la cultura adormecida y con la vida
inteligente paralizada”. Medio país está revolcado en el merengue de fiestas patronales en honor
de vírgenes y santos, mientras Mariano
Rajoy pasea por Galicia sus malas hechuras. La sesión de investidura le
aguarda en el Hemiciclo mientras él, más parado que los leones de Ponzano, espera impasible el “milagro”
de que los garbanzos que ha echado en la cazuela y puestos a remojo se ablanden, es decir, a que
los socialistas cambien su “no” a “abstención” y de que Ciudadanos le dé el
“sí”. Mientras esas cosas suceden en este país de Frascuelo y de María, el
presidente del Gobierno en funciones, desde su descanso en Pontevedra, medita
sobre las seis condiciones que le ha impuesto el bisoño Rivera como conditio sine qua non si desea obtener su
apoyo en el debate de investidura. Rajoy, con flema inglesa, apunta que tiene
que someter esas “tablas de la alianza”
al criterio del Comité Ejecutivo Nacional de su partido el próximo día 17 de
agosto. ¿Qué van a decir los del Comité? Lo que diga el jefe. Ya sabemos cómo
funcionan los partidos presidencialistas, donde todo se decide en solitario.
Rajoy ha comentado a RNE que “Ojalá todos pongan mucho por su parte para que
España tenga pronto Gobierno”. Pero él no pone nada por su parte. Entiende que
si no hay gobierno será por culpa de los socialistas, por su empecinamiento de no bajarse del burro. Y esas cosas las cuenta en Galicia mientras
mira a las Perseidas. Da por hecho que si hubiese nuevos comicios (y así se lo
hizo saber a Rivera en uno de sus encuentros) obtendría la mayoría necesaria.
Rajoy, en suma, pretende estar a la altura de Mireia Belmonte sin mojarse los pies. La presidenta del Congreso, Ana Pastor, hace mutis por el foro.
Cuando le preguntan los periodistas en los pasillos del Congreso si ya ha
puesto fecha a la investidura, contesta: “Manzanas traigo”. Y el Jefe del Estado, que reina pero no
gobierna, de veraneo no sé dónde. Supongo que en el lugar que señale su
consorte, que dijo en cierta ocasión que “los veraneos en Mallorca, ni son
veraneos ni son nada”. Ya ven, no hay nada peor que llegar de trapo a toalla, y
creerse albornoz. Pues nada, aquí paz, y después, gloria. Eso de la política
española es lo más parecido a ese “Toreo
de salón” que describió Cela: “Es
como lavarse los dientes con leche merengada y después mear agua bendita”. Los
ciudadanos se pasan el ferragosto toreando chotos en las plazas de los pueblos
y esperan que el trabajo, la sanidad y la educación se arreglen solos, sin la
ayuda de nadie. Y si todo se va a la mierda, alguien saldrá ganando. Como ha
sucedido siempre.
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