Marcos Quijada,
en El Correo de Andalucía, ponía ayer
el dedo en la llaga. Señala, y señala bien, que “el control de los medios es
algo absolutamente desequilibrado en favor de la derecha en España y es parte
de la explicación de los resultados electorales. En un país en el
que, según el CIS, el 85 por ciento de la población jamás asistió a un
acto político, es normal que la influencia de los medios sea
enorme en las tomas de decisiones”. (…) “Se le pide a Sánchez lo que jamás se le pidió a Rajoy y la postura actual del PSOE es la misma que la del PP ante
la investidura de Sánchez”. Marcos Quijada, un poco más debajo de su artículo,
vuelve a decir lo mismo que expresa en su cabecera: “Si yo fuese Sánchez
también votaría que no”. Y cuenta por qué: por presidir un partido corrupto,
por haber metido mano en la caja de pensiones, por disparar el déficit del
Estado, por pone en cuestión la
Sanidad, la
Educación y los Servicios Sociales, por haberse cargado a la
clase media y los derechos que los trabajadores tenían conquistados con mucho
sudor y lágrimas. Yo añadiría más motivos: por haberse cargado la sanidad
pública en beneficio de la sanidad privada, por haber rebajado los sueldos de
funcionarios sin causa que lo justifique, por
haber rebajado los sueldos de los trabajadores como fórmula errónea de
intentar competir en los mercados internacionales al no poder devaluar el euro
como Franco hacía con la peseta, por
haber hecho magro el tejido industrial español con la excepción del
automovilístico, por haber aumentado el tiempo de lista de espera en los
hospitales públicos, por haber permitido el repago farmacéutico a los
jubilados, por rescatar a bancos y cajas de ahorro y decir que en España no ha
habido rescate, por permitir las tarjetas
black, por consentir las cláusulas suelo en las hipotecas, por
haber quitado dotaciones a la Ley de la Memoria Histórica
y permitir que siga habiendo miles de cadáveres de ciudadanos que lucharon por
su libertad en las cunetas y en los descampados…., etcétera. La lista de
desatinos del actual Gobierno en funciones es larga y ya aburre a las ovejas.
Rajoy debería marcharse de La
Moncloa por vergüenza torera. Su partido fue el más votado en
las urnas, pero no consigue, pese a ello, tener a su favor la mitad de la Cámara como única manera de
conseguir su investidura. No se debe echar la culpa a Sánchez ni al PSOE de que
haya que volver a votar, si se diese el caso,
el próximo día 25 de diciembre por tercera vez. Los incompetentes no
parece que sean los ciudadanos, que
pagan impuestos y ejercen su derecho a voto cuando se les requiere. Los
incompetentes, de haberlos, son los responsables políticos que no han sido
capaces de ponerse de acuerdo para gobernar desde el 20 de diciembre pasado y
que han transformado en la praxis y de forma solapada la monarquía parlamentaria
en una “infumable” oligarquía de partidos dentro de una torre de Babel. Y así,
con esa falta de entendimiento, no vamos por buen camino. No quiero terminar
sin tener un recuerdo para la figura de don
Melquíades Álvarez, asesinado en Madrid hace hoy ochenta años. Me resisto a
que pase al olvido.
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