Entre las cosas prácticas que ya han pasado de moda se
encuentran los orinales y las escupideras. Recuerdo todavía cuando en los
centros oficiales, en los vestíbulos de las grandes oficinas bancarias, en las
fondas, en las estaciones de
ferrocarril, en las barberías, en los viejos cafés, e incluso en los
hospitales, existían cerca de los mostradores y en diversos rincones de los
pasillos las escupideras, que contenían disoluciones asépticas, donde el asiduo
limpiaba agallas y exoneraba gargajos. Hoy nos hubiesen dado mucha repugnancia.
Los había de loza, de cristal y de latón. Los orinales, por otro lado, cumplieron
su función cuando los aseos y cuartos de baño se encontraban fuera de la casa o
muy lejos de los dormitorios. Solían estar recogidos dentro de las mesillas de
noche. En los viejos sainetes y en las zarzuelas castizas todavía puede escucharse
aquello de ¡Agua va”!, que era lo que se gritaba cuando las orinas se tiraban desde las ventanas o los balcones
de los dormitorios, avisando para que los peatones se retirasen y no tuviesen
que “aguantar el chaparrón”. Existió otro orinal diseñado para las mujeres. Se
trataba del bourdaloue, que era de
forma ovalada y con un frente más alto, permitiendo evacuar de cuclillas o de
pie, preservando la ropa. El nombre se debe a un cura francés, Louis Bourdeloue (1632-1704), que
alargaba tanto los sermones que hicieron inevitable que las damas hubieran de
proveerse de tal adminículo y, de esa guisa, poder soportar los inacabables
oficios religiosos. Las criadas se encargaban de colocar aquellos raros
orinales bajo los faldones de sus amas. Otros sinónimos de orinal han sido los
de chata, cuña, perico, tiesto, dompedro… Hacia 1800 apareció la “galanga”, que
era un orinal vertical a modo de botella. La “chata” y la “cuña” eran
utilizadas por los enfermos por tener su cuello en alza. Todavía, aunque de
material plástico, se utilizan en los sanatorios. Los “dompedros” fueron asientos de madera
noble en cuya base existía un gran agujero con orinal escondido. Durante algún
tiempo fue costumbre pintar un ojo en el fondo del orinal, con la inscripción “¡Te veo!”. Y en 1939, una fábrica inglesa puso de moda un orinal
con la inscripción ¡”Hazlo sobre este viejo
antipático”!; y en su fondo estaba la caricatura de Adolf Hitler. Cuando se levantaba del suelo sonaba el himno
británico. A Camilo José Cela le
gustaba coleccionar orinales. En la actualidad existe un Museo del Orinal en Ciudad Rodrigo (Salamanca) donde hay
depositados en sus correspondientes vitrinas 1.300 orinales y alrededor de 300
escupideras.
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