Uno de los momentos más felices de mi vida, creo haberlo escrito ya en
otras ocasiones, fue cuando, en una de mis visitas al Museo Romántico (ahora, desde su reforma, se denomina Museo del Romanticismo) en la madrileña
calle de San Mateo, número13, Fuencarral arriba, pude tener en mis manos un
pequeño dibujo hecho a lápiz por Gustavo
Adolfo Bécquer. Cuando le indiqué a la directora del Museo, que entonces lo
era Mercedes Rodríguez, que no lo
encontraba entre sus paredes, me indicó que lo habían llevado a restaurar. Me
acompañó hasta la sala de restauración donde pude, además de verlo, tenerlo
entre mis manos. En efecto, en la amplia falda de la mujer dibujada, en uno de
los bordes laterales, en su lado derecho, allí por donde pasa el trazo curvo
del lapicero afilado, se había abierto el papel como sajado por un bisturí.
Pues bien, durante una de las estancias de los dos hermanos Bécquer en Toledo,
en la soberbia portada plateresca del Convento
de San Clemente y a unos 5
metros de altura, existe un autógrafo del poeta hecho
hacia 1857. La primera vez que Bécquer visitó Toledo tenía como objetivo
inspirarse en su futuro libro “Historia
de los templos de España”, con ilustraciones de su hermano Valeriano. Un libro que nunca vio la
luz. Unos suponen que fue Gustavo Adolfo en que se subió sobre los hombros de
su hermano. Otros piensan que el poeta se encaramó en una escalera de las que
usaban los lampisteros para encender las farolas. La existencia de aquel autógrafo
en grafito sobre el friso de caliza hallado en la fachada del convento toledano
no era conocida por casi nadie a principios del siglo XX. Una firma de 35 centímetros que,
como digo, Bécquer había plasmado junto a la de su amigo Yldefonso (sic) Núñez de
Castro. Alejandra Rodríguez Campos señalaba
en un interesante blog el 24/04/2013
que “en 1911, la ciudad de Toledodecidió dedicar la conocida calle de la lechuga a los hermanos Bécquer,
tras un estudio del entonces director del Instituto
de la Edad Media,
Ventura Reyes, quien establecía en el número nueve de dicha
calle, la vivienda de Gustavo Adolfo y Valeriano.
Investigaciones más recientes plasman que la estancia en ese inmueble, de haber
sido así, hubiera sido breve, dado que en esa casa se admitían huéspedes”. (…)
“La casa que sí habitaron los hermanos durante bastante tiempo está situada en
el número ocho de la calle de San Ildefonso.
Aún hoy se puede ver el laurel que el mismo Gustavo Adolfo plantó. El
brocal árabe pintado por su hermano Valeriano se encuentra actualmente en el Victoria and Albert Museum de Londres. De su oscuro compañero de
andanzas, Yldefonso Núñez de Castro, solo se conoce -además del autógrafo- su
colaboración en Historia de los templos
de España con el dibujo de la sinagoga
de Santa María la Blanca,
en la que aparece Gustavo Adolfo Bécquer guiado por un cicerone ciego. El caso
es que, como señalaManuel Palencia hoy en El
Cultural,“en El Eco Toledano del 25 de febrero de 1915, Juan Moraleda y Esteban anuncia el grafito -aunque calla su
ubicación por temor a que pudiera perderse- y alude a su intención de
fotografiarlo. El erudito justifica el hecho como testimonio de la
extraordinaria admiración que le producía al poeta -la portada del convento-, y
lo califica de sencillo y tierno episodio y delicado testimonio. Al día
siguiente, el Diario Toledano, en un
anónimo de la redacción, revela su lugar de emplazamiento, a lo que contesta
Juan Moraleda inmediatamente, un tanto molesto por la intromisión. Esto indica
que, aunque Moraleda cita como fuente de su información a José Casado del Alisal, amigo íntimo del poeta, ya se conocía su
existencia, quizás porque en esa época aún era visible desde el suelo”.
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