Lo bueno de este país es que a los políticos, por el hecho
de no tener carisma, se les olvida con mucha facilidad. ¿Quién recuerda a los
componentes del primer Gobierno de la Monarquía? Si hiciésemos una encuesta con rigor, los
resultados serían sorprendentes. Este, como digo, es un país que ensalza a los
dirigentes con la misma facilidad que los manda, por decirlo en el argot
digital, a la papelera de reciclaje. Nadie recuerda, tampoco, a aquellos tipos
variopintos que estaban presentes en todas las salsas del sindicalismo vertical
durante el régimen franquista: José
María Roc Antoránz presidiendo
el sindicato del Azúcar, Luis Mombiedro
de la Torre, de
la Madera,
etcétera. Hoy por la tarde-noche había un atasco monumental en Zaragoza con motivo
de ocupar nuestras calles el Rosario de
Cristal. Me vino a la cabeza el famoso farol de los azucareros fabricado en
1956 e ideado por la
Hermandad Remolachero Cañero Azucarera Virgen del Pilar. Pero
aquella “vitrina con ruedas” terminó financiándola los trabajadores de las
azucareras con aportaciones que decían “voluntarias”, pero que fueron deducidas
de las nóminas de todos los trabajadores fijos de General Azucarera de España, de Compañía
de Industrias Agrícolas y de Ebro,
Compañía de Azúcares y Alcoholes, las tres compañías preponderantes. Es en
la actualidad el primer farol que procesiona por Zaragoza detrás de los 63
faroles de los misterios de las Letanías
Lauretanas que portan los alumnos del colegio de los agustinos. Fue
fabricado en los Talleres Quintana.
El primer Rosario de Cristal
zaragozano tuvo lugar el 12 de octubre de 1889, fecha en la que salieron a las
calles unos faroles que representaban los quince padrenuestros y glorias, las
150 avemarías y las letanías. Aquellos faroles fueron diseñados por el
arquitecto Ricardo Magdalena y
realizados en los Talleres Quintana.
El año siguiente el Rosario pasó a celebrarse el día 13 de octubre. De entonces
a acá siempre se ha celebrado el Rosario
en esa fecha, salvo durante la Guerra Civil.
Pero existe un acto religioso con mayor antigüedad. Se trata del Rosario de la Aurora, que se viene
celebrando cada 12 de octubre desde 1756. Hasta la fecha, que yo sepa, nunca ha
terminado a farolazos, como cuentan que sucedió en Madrid en los primeros años
del siglo XIX. Entonces se procesionaba a Nuestra
Señora de la Aurora,
a la que paseaban desde la basílica de
San Francisco el Grande en plena oscuridad y acompañada de faroles. De otra
calle salía la Virgen del Henar. En un momento dado, ambas
imágenes coincidieron en una estrecha calle que impedía el paso de las dos
imágenes a la vez. Los fieles acompañantes de ambas tallas comenzaron a
discutir y terminaron llegando a las manos. Ello dio lugar a que la RAE tuviese
en cuenta la expresión “terminar como el rosario de la aurora” y la definiese
como: “Desbandarse descompuesta y tumultuariamente los asistentes a una
reunión, por falta de acuerdo.” Vamos, para entendernos, como puede que
terminen Rajoy y Puigdemont: a farolazos. “Mira,
Puigdemont, yo te aplico el 155
y se acabó el carbón”. Puigdemont: “Y yo te bailo una sardana”. Rajoy: “Tú me
mandas un burofax para aclararme las cosas y aquí no ha pasado nada”.
Puigdemont: “Yo te envío el texto que firmé, para que despejes tus dudas, que
no te enteras”..., etcétera. Es como lo del cuento de la buena pipa: "Yo no te digo ni que sí ni que no...". Luego hablan de la tozudez de los maños y del
conocido “chufla, chufla, que como no te apartes tú...”.
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