Leo en Libertad
Digital que “los propietarios de Gallina
Blanca son dueños del diario separatista Ara”. Joer, eso si que me preocupa. Los españoles pueden prescindir
de los servicios que ofrecen Caixabank,
el Banco Sabadell o Freixenet. Casi ya no nos quedan dineros
que sacar de los cajeros automáticos y el cava se descorcha sólo en la Nochebuena, para que
ese cuñado tan pesado que se sienta a la mesa una vez al año se sosiegue, beba,
se alegre con las burbujas doradas que suben por la copa y deje de meterse con
la suegra, que es la persona que siempre intenta poner orden, paga la compra de
la copiosa comida y termina fregando los platos. Lo que verdaderamente me
preocupa es que la prensa, por muy digital que sea, se meta con los fabricantes
del Avecrem, ese caldo de ave con
fideos que mató el hambre de varias generaciones, incluida la mía. En los 60,
merced al Plan de Estabilización, los españoles pudieron pasar de la “Vespa” al “600”,
que también se fabricaba en Barcelona, a base de hacer muchas horas
extraordinarias en los tajos, pasarse los fines de semana apoltronados frente a
un televisor viendo Bonanza y La mansión de los Plaf y tomando muchos
platos de Avecrem alrededor de la
mesa camilla en sesiones de tarde y
noche. El Avecrem y la tortilla de
patata lograron el milagro español. Bueno, los domingos había paella. Pero sólo
los domingos. Y al arroz también le agregaban las sufridas amas de casa una
tableta de Avecrem para que la
paella, a falta de cigalas y otros tropezones contundentes, tuviese un sabor
aceptable. Si les digo la verdad, nunca supe qué contenían aquellas milagrosas
pastillas marrones. Pero no importaba, de la misma manera que ahora me trae sin
cuidado quiénes están detrás del diario
digital separatista Ara.cat. No conozco a la familia Carulla, al igual que desconozco los componentes
esenciales de las pastillas de Avecrem,
de los tarros de fideos Yatekomo y
los sabores de la comida para mascotas Affinity.
Los perros y gatos, como la gente pobre, suelen ser de buen conformar.
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