lunes, 30 de octubre de 2017

Nunca lo supo Franco



Hoy voy a escribir de algo que en su día pasó inadvertido. El 26 de agosto de 1956, con motivo de su centenario, eran trasladados los restos mortales de Marcelino Menéndez Pelayo junto a los de su padre desde el Cementerio de Ciriego, donde había sido enterrado en 1912, hasta la Catedral de Santander. Un acto lleno de pompa que estuvo presidido por Franco y Carmen Polo. Todo ello quedó perfectamente reflejado en toda la prensa nacional. Por tomar una referencia, acudo al diario ABC del martes, 28 de agosto en su página 16. Además de Franco se encontraban presentes el nuncio apostólico Antoniutti y los embajadores de  Venezuela, Nicaragua y El Salvador. Decía ese diario que “el armón de Artillería se puso en marcha, precedido por las cruces parroquiales, Banda Municipal, cruz de la Catedral, Cleros regular y secular, numerosas autoridades eclesiásticas y Cabildo, escoltados por una compañía del Regimiento de Infantería de Valencia. Guardaban la carrera soldados de Infantería, mientras en el espacio evolucionaba una escuadrilla de aviones del Ejército del Aire. Los crespones negros del féretro eran llevados, los de un lado, por los señores Ibáñez Martín, Marañón, Lequerica, Sánchez Reyes y Pérez Bustamante, y los del otro, por el general gobernador militar, señor Ximénez Sandoval, capitán general accidental de la Región, don Luis Troncoso; general jefe de la Región Aérea, don Félix Sedano, y el general jefe de Estado Mayor de la Región, don Tomás Iglesias. Sobre el féretro habían sido colocados la bandera nacional y el birrete de licenciado en Filosofía y Letras...,” etcétera. Me choca lo de “birrete de licenciado”. En la foto de ese día (primero por la izquierda en el sentido de la marcha) puede verse a mi abuelo materno junto al escultor Victorio Macho. Como bien informaba Irma Cuesta Cifuentes a los lectores (El diario Montañés, 21/11/16) “en la Catedral de Santander, reconstruida tras el incendio que en 1941 redujo a cenizas buena parte de la ciudad, reposan los restos de Marcelino Menéndez Pelayo. Sobre la tumba, una escultura yacente firmada por Victorio Macho en 1956 representa al escritor con hábito de fraile, la cabeza reposando sobre dos grandes infolios, el brazo derecho desfallecido, y el otro sobre el pecho sosteniendo un libro y una cruz”. Lo que nunca supo Franco es que el rostro de Marcelino Menéndez Pelayo era, en realidad, el de Pablo Iglesias, fundador del PSOE. Victorio Macho se aprovechó de una máscara mortuoria de ese político porque, según dijo, “su parecido era enorme”. Y se quedó tan ancho.

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