Lo cuenta Jesús Cacho,
aunque lo pone en boca de Enric Juliana
comentándolo en La Sexta: “La responsabilidad de Puigdemont es inmensa: en sus manos
está salvar a la Generalitat
de Cataluña”. ¿Por qué esa alarma? Por una razón fundamental: los herederos de Jordi
Pujol no pueden exponerse, en mi opinión, a que el Gobierno entre a
saco en la Generalidad
dispuesto a levantar las alfombras y sacar a relucir los trapos sucios de un
sistema clientelar que durante décadas ha vivido del robo sistemático de
recursos públicos. Esa es precisamente la gran baza de una utilización
inteligente del 155: desenmascarar un sistema corrupto de la cruz a la raya del
que viven no menos de 100.000 personas”. Joer, pues es verdad. Ahora vendrán
las auditorías internas y a algunos catalanes les va a caer la del pulpo,
expresión que se atribuye al duque de
Medina Sidonia, jefe de la flota de la Armada Invencible, el día en
que consultó a un marinero, Xosé Luis
Pazos de Ortigueira, alias El Pulpo,
sobre el estado de la mar. Éste le contestó al duque que se avecinaba una gran
tormenta. El duque hizo caso omiso a su advertencia, puso rumbo al Golfo de
Vizcaya dispuesto a enfrascarse en la Batalla de las Gravelinas contra los ingleses y
pasó lo que pasó, que les “cayó la del pulpo”, es decir, decenas de barcos
dispersos y una flota diezmada por las inclemencias del tiempo. En el tomo XIV de la Historia General de España, de Modesto
Lafuente, podemos leer el comentario Felipe
II al recibir la noticia de la derrota: “Yo envié mis naves a luchar contra
los hombres, no contra las tempestades...”, etcétera. Aquí ha quedado claro que
Mariano Rajoy no es Alejandro Lerroux, que no estamos en
1934 y que no se encuentra el vapor “Uruguay”
atracado en el puerto de Barcelona a la espera de acontecimientos. Menos mal.
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