El Gobierno está convencido de la necesidad de aplicar el
artículo 155 de la
Constitución contra el intento de secesionismo catalán.
Bueno, pues adelante con los faroles. Pero, digo yo, ¿qué artículo
constitucional habrá que aplicar para que cese la pertinaz sequía? Los pantanos casi no disponen de agua, de
llover no está y eso de sacar a los santos en procesión sólo resulta positivo
cuando baja el barómetro de forma considerable y, también, cuando las avionetas
dejan de lanzan a las nubes yoduro de plata, aunque no exista constancia
oficial. Lo cierto es que los campos están resecos y agostados y que san Isidro, el santo más procesionado
dada su fama de zahorí, pocero y taumatúrgico, no escucha las súplicas de los
agricultores y ganaderos desde hace mucho tiempo. El desierto es como una
mancha de aceite que avanza por Almería y ya no hay quien lo detenga. Señala el
mapa de seguimiento de la sequía de Ministerio de Agricultura, Pesca,
Alimentación y Medio Ambiente que el cuadrante noroeste de la península se
encuentra en estado de emergencia. Pero nada es nuevo. Este país ha estado en
situación de sequía el 54% del tiempo desde hace 36 años. Es un componente
normal de climas mediterráneos y las sequías no se pueden gestionar como algo
excepcional y que no está previsto. La solución sólo pasa por el ahorro de
agua. Por lo tanto, para recuperar un cierto reequilibrio, además de frenar
totalmente el crecimiento del consumo de agua, resulta necesario reducir progresivamente
la superficie regada. No hay que olvidar que el problema no es el agua de boca,
cifra insignificante si se compara con el riego de campos de cultivo (más de 4 millones de hectáreas) que consumen
más del 80% de los recursos hídricos. Aprovecho para decir que en Aragón,
región en la que resido, nunca sobró agua. Hubo un proyecto de trasvase del
Ebro que iba a costar 4.000 millones de euros y que finalmente no se llevó a
cabo. Era una locura más del Gobierno que presidió Aznar, como lo fue aquella liberación del suelo, que terminó con la
burbuja del ladrillo y el empobrecimiento de los españoles. El PP aprobó el trasvase del Ebro en el año 2001 y en
febrero de 2004 Aznar colocó la primera piedra del pretendido trasvase en su
extremo sur, en Almería. Pero ese mismo año Rodríguez Zapatero llegó a La Moncloa y el PSOE se apresuró a derogar dicho
proyecto, que hasta entonces aparecía incluido en la ley del Plan Hidrológico
Nacional. En junio de 2004, cuatro meses después de que el PP hubiera colocado
la primera piedra del trasvase del Ebro, el PSOE daba carpetazo al proyecto. A
mi entender, fue una acertada decisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario