jueves, 12 de abril de 2018

Antonio Sánchez Portero



Mi estimado amigo Antonio Sánchez Portero, bilbilitano de nación, cuenta una anécdota que me hace mucha gracia. Resulta que durante más de 25 años ha participado en la procesión de Viernes Santo de Calatayud representando al patriarca Melquisedec. Y cuenta que “en cierta ocasión, estando en la sacristía de San Juan El Real, al acercarme a saludarles, las autoridades militares y civiles me confundieron con el obispo y me besaron la mano y saludaron de acuerdo con el rango que me atribuían. Pasé mucha vergüenza, enrojecí y tuve que salir por pies”. Quiero suponer que aquellas autoridades le confundieron con el obispo de Tarazona, ya que Calatayud pertenece a esa diócesis, como le podrían haber confundido con un pope llegado desde los Balcanes por aquello de la unión de las Iglesias. Pero no pasa nada. En cierta ocasión, don Manuel Azaña se vistió de obispo para asistir a una fiesta de Carnaval en casa de los Baroja. Con su aspecto regordete y sus gafas de carey, al entonces presidente del Ateneo de Madrid aquella ropa talar le sentaba como un guante. Más o menos, como le sienta a Sánchez Portero el traje del patriarca Melquisedec, Malki-zedeq en hebreo, rey de Salem mencionado en la narración de  Abraham en el capítulo 14 del Génesis y que apareció después del Diluvio no se sabe si de forma espontánea. No tuvo ascendencia ni descendencia, ni padre ni madre, dicen que descendiente de Leví, hijo de Jacob (como el Lewin del Bámbola). Sólo los descendientes de esa tribu de Israel podían acceder al sacerdocio. Antonio Sánchez Portero, además de escritor, fue corresponsal del diario Pueblo (Aragón) cuando, como señaló Santiago Lorén en “Cierzo de Papel” (Mira Editores, Zaragoza, 1993), “carecíamos de todo o casi de todo.  El fax hubiera sido una gozada, pero entonces, en España estaba en su infancia y el jefe del tren Talgo se convirtió en mensajero de urgencia”.

No hay comentarios: