Este
país anda preocupado por la disminución progresiva de las abejas, también de
los gorriones. La disminución del número de abejas parece estar relacionado con
determinados plaguicidas que las perjudican. El de gorriones, por la llegada en
los últimos años de otras especies invasoras que han ocupado su espacio. Pero
resulta que Zamora es a día de hoy el
epicentro de la despoblación ciudadana. Los datos demográficos son elocuentes.
En 2017 perdió el 1’6% y desde 1998 su población ha caído un 15% en el medio rural.
Otro fenómeno digno de ser analizado es la edad de la población en España. A
este paso, pronto seremos un país lleno de geriátricos. Y, claro, si decae la
polinización, si desaparecen los gorriones que alegran las amanecidas con su
trino despertar y los pueblos se convierten en lugares fantasmales sólo aptos
para filmar películas de terror, el futuro español se presenta más negro que la
sotana de un cura. Pero Rajoy, para
dar ánimos a los últimos residentes de los páramos zamoranos, ya ha tomado dos importante decisiones: la
primera de ellas consistió en hacer una parada de trenes de alta velocidad en
la pedanía de Otero de Sanabria, que cuenta con 26 habitantes, sin haberse
tenido en consideración que en junio de 2013 Renfe suprimió los 14 servicios
semanales del tren regional entre Orense y Puebla de Sanabria por el escaso uso
de la línea. Entre ambas localidades continuó circulando cuatro trenes al día
en cada sentido, pero todos ellos de largo recorrido y sin paradas entre las
diez estaciones gallegas: Taboadela, Paderne, Ponte Ambía, Baños de Molgas,
Vilar de Barrio, A Alberguería-Prado, Laza, Castelo do Val, Vilariño de Conso-A
Capela y A Mezquita. Tampoco el AVE parará en ellas. La segunda de esas decisiones
consistió en vestirse con la capa parda alistana, fea a más no poder, y dejarse
fotografiar con ella sobre los hombros. Y como ejemplo de la proyección futura
de los pequeños municipios, Rajoy prometió Internet
vía satélite por valor de 525 millones
de euros destinado a los pequeños núcleos de población. Es decir, donde ya sólo
queda un anciano de boina entretenido en dar de comer a las gallinas, buscar
algo de leña, ver volar las mariposas y que no tiene gran interés en conocer qué
es eso del Wi-fi.
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