El
pasado jueves escribía “Rajoy y la capa
parda” en referencia a la capa alistana que la Diputación de Zamora había
entregado a Mariano Rajoy Brey. Y
decía que esa prenda sobre sus hombros era la expresión de la proyección futura de
los pequeños municipios, en referencia a esos 525 millones de euros que el
Gobierno pretende adjudicar a los
operadores de telecomunicaciones hasta
2021 para que Internet llegue vía satélite al último rincón de España.
Promesas que posiblemente llevará el viento, como tantas otras. Pues bien, hoy
sábado, en El Correo de Zamora, Braulio Llamero señala que él también
tiene una capa alistana aunque nunca se la ha puesto. Y cuenta la historia de
aquella capa. Dice: “Mi capa alistana era en realidad de mi padre. Tampoco él,
a decir verdad, la usó mucho. Quizá un par de veces. La compró, en su momento,
para lo que era: irse con el ganado, de pastor, cuando había que cuidar ovejas.
Pero no llegó a ser pastor ni tuvo que pasar tantas noches al raso, a la intemperie,
en el campo, como temía”. Al poco tiempo
de haberla adquirido marchó a trabajar a Alemania. Cuenta la peripecia de su
padre y la de otros muchos españoles en
los años 60. Así lo describe: “Un tren inmenso -para mis ojos de niño, siete
años- paró en la estación de Zamora y recogió a una muchedumbre, la mayoría
varones, cargados con maletones raídos, atados con cuerdas. A mi padre, como a
los demás, le pusieron una etiqueta en la solapa. Allí estaba la dirección a la
que iba y la fábrica en la que tenía que trabajar. Ninguno, como es natural,
sabía otro idioma que el de nacimiento. Así
que iban facturados como paquetes,
como sus maletas de cartón pintado o mimbre. Se fue el tren de los emigrantes y
atrás quedaron -quedamos- familias, pueblos, provincia y la apenas estrenada
capa alistana de mi padre. Un año después le siguió mi madre, mientras los
hijos quedamos en internados o al cuidado de familiares”. Sobran los comentarios. La capa parda de
Aliste -como bien indica Braulio Llamero –“no es una prenda festiva o de ceremonias. Era lo que se ponían los pastores para
sobrevivir días y días, semanas y meses a la intemperie, lloviese o cayesen
rayos, helase o nevara. Es un tejido vasto, muy grueso y pesado, hecho al modo
en que se trataban los tejidos en los viejos batanes de las aceñas: a golpes
para que no quedase una sola rendija por la que pudiera colarse el fío o el
agua. No es prenda de ceremonias ni merece ser lucida por Rajoy, un presidente
del Gobierno que ha negado cualquier futuro a comarcas como la de Aliste”. En eso estamos Braulio Llamero y servidor de
ustedes de acuerdo.
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