Considero
importante que el Gobierno intente por todos los medios a su alcance dotar a
cinco millones de ciudadanos que viven en pedanías y zonas rurales con una orografía complicada de servicio de
Internet. Pero el Gobierno, también, debe entender que en todas las cosas
existe un orden de prioridades. Antes que Internet está el arreglo de las
carreteras secundarias. Antes que Internet está la Sanidad. Antes que internet
está la Educación. Y en esas zonas
rurales sólo hay consulta médica, como mucho, una vez por semana, a los pocos
colegiales que quedan los desplazan a lugares distantes mediante autocares
infames, las carreteras son tercermundistas y hasta el pan llega mediante
furgonetas de raparto. Esos cinco millones de ciudadanos que viven atomizados
en zonas de difícil acceso necesitan médicos, maestros, carreteras transitables
y bibliotecas públicas. El gasto de 525 millones de euros que se adjudicará a
los operadores hasta 2021 y que el
Gobierno pretende gastar en esas infraestructuras vía satélite son equivalentes
a 105 euros por persona, que pagaremos el resto de los ciudadanos. En época
electoral (las municipales están al caer) suelen ofrecerse puentes donde no hay
río. Pero, a mi entender, Internet por
sí sólo no saca de la burricie a aquel que la padece. Mal asunto cuando en los
tristes pueblos del páramo español se arreglan torres de iglesias con cargo al
contribuyente y no se alzan chimeneas de fábricas. A Rajoy le han colocado el
pasado sábado en la Diputación de Zamora la capa parda alistana, se ha venido
arriba y ha puesto esa horrenda prenda como ejemplo de la proyección futura de
los pequeños municipios. ¡Chupa del frasco!
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