Siempre
me han chocado las coronaciones marianas. Curiosamente, una de las primeras
coronaciones tuvo lugar en Aragón, concretamente la Virgen de Veruela, patrona del Moncayo, el 31 de julio de 1881
(festividad de san Ignacio de Loyola) actuando de celebrante el obispo de
Hipsópolis, Jacinto María Cervera
Cervera, más tarde obispo de La Laguna y después de Mallorca, y estando
presente el entonces obispo de Tarazona, Cosme
Marrodán Rubio y el Provincial de la Compañía de Jesús, Román Vigordán. Ocho años después,
también un 30 de julio, diez pueblos del somontano del Moncayo hicieron su
consagración pública y solemne al Sagrado
Corazón en el mismo lugar, el Monasterio de Veruela. Se dio la
circunstancia de que la coronación de la Virgen en la capilla conocida como “La
Aparecida” se produjo cuatro años más tarde de haberse reinstalado los jesuitas
en el monasterio, tras haber abandonado el monasterio en 1835 por la
Desamortización. La misión de aquellos jesuitas instalados en la falda del
Moncayo consistía, fundamentalmente, en formar
misioneros para enviarlos a Filipinas. Fue
abandonado definitivamente por los jesuitas a principios de los años 60 del
siglo XX. Y a aquella coronación de la
Virgen de Veruela acudieron las autoridades de los pueblos aledaños: Vera,
Trasmoz, Litago, Lituénigo, Grisel, Borja, Alcalá de Moncayo, Añón, Bulbuente,
Ambel y Talamantes. Aquella coronación contó con el beneplácito de León XIII. Todo estaba pensado para que
fuese oficiada por el dominico y cardenal arzobispo de Zaragoza Manuel García Gil, pero los planes se
trastocaron con su muerte, ocurrida tres meses antes, concretamente el 28 de
abril. Lo que aquí vengo en señalar viene a cuento con la última
coronación canónica celebrada en España, la Virgen de la Soledad. Fue ayer, domingo en la Colegiata de Toro
(Zamora). La corona, realizada por Marcos
González (de la Joyería Sobrino
de Zamora) es un trabajo que ha llevado más de 900 horas. Se trata de una tiara
de plata chapada en oro de dos kilos y en la que se encuentran representadas,
además de diversas escenas religiosas, alusiones a Toro y su comarca como
vides, parras y uvas. De paso, se estrenó el himno “Soledad, Madre de Dios” compuesto por José Manuel Chillón.
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