viernes, 27 de abril de 2018

Romería del descrédito



Karina Sainz Borgo cuenta que  “a Caronte no podrá Cifuentes sacarle gratis el cruce hacia la Laguna Estigia”. (…) “Renunciar a la prudencia es, también, una forma de autodestrucción. Lo más parecido a hacerse un corte con un cúter antes de saltar a una en una piscina llena de barracudas. En su romería del descrédito, Cifuentes se llevó por delante el futuro electoral propio y el de su partido, arrastró por el suelo la credibilidad de una universidad e incluso hasta nos hizo dudar de si la presidenta de la Comunidad estaba en su sano juicio”. En fin, más se perdió en Cuba.  Mientras tanto, Rajoy intentaba sacar adelante unos Presupuestos pasando por el aro de Íñigo Urkullu. Pero no hay que preocuparse demasiado. Como señala Jesús Mota en El País, “la productividad cae, la desigualdad aumenta y el dumping empresarial campa por sus respetos; pero no hay que alterarse, porque el crecimiento se mantiene. (…) El mercado de trabajo en España, bien radiografiado por la EPA, roza la deformidad. Lo saben los pesimistas recalcitrantes y los optimistas pendulares”. Fernando Vallespín, en el mismo diario, deja anotado que “en democracia el mejor purgante, el máximo oxigenador, siempre acaba siendo el voto”. Y Montoro, ante el “chantaje” vasco para coadyuvar a que los Presupuestos sean aprobados siempre que se dé un poco más a los pensionistas, propone financiar esas pequeñas subidas de acuerdo con el IPC  (con un coste aproximado de 1.500 millones de euros) creando un gravamen a las grandes tecnológicas, es decir,  gravando las transacciones electrónicas a determinados servicios digitales. Estoy pensando, cómo no, en Amazon, ahora que El Corte Inglés desea convertirse en su mono de repetición. A mi entender, lo más correcto sería que los bancos y cajas (que ahora también son bancos) devolviesen al ICO los 70.000 millones de euros de dinero prestado. Pero parece que no van por ahí los tiros. Faltan bolas para reclamarlos.

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