Karina Sainz Borgo cuenta que “a Caronte
no podrá Cifuentes sacarle gratis el
cruce hacia la Laguna Estigia”. (…) “Renunciar a la prudencia es, también, una
forma de autodestrucción. Lo más parecido a hacerse un corte con un cúter antes
de saltar a una en una piscina llena de barracudas. En su romería
del descrédito, Cifuentes
se llevó por delante el futuro electoral propio y el de su partido, arrastró
por el suelo la credibilidad de una universidad e incluso hasta nos hizo dudar
de si la presidenta de la Comunidad estaba en su sano juicio”. En fin, más se
perdió en Cuba. Mientras tanto, Rajoy intentaba sacar adelante unos
Presupuestos pasando por el aro de Íñigo
Urkullu. Pero no hay que preocuparse demasiado. Como señala Jesús Mota en El País, “la productividad cae, la desigualdad aumenta y el dumping empresarial campa por sus
respetos; pero no hay que alterarse, porque el crecimiento se mantiene. (…) El
mercado de trabajo en España, bien radiografiado por la EPA, roza la
deformidad. Lo saben los pesimistas recalcitrantes y los optimistas pendulares”.
Fernando Vallespín, en el mismo
diario, deja anotado que “en democracia el mejor purgante, el máximo oxigenador,
siempre acaba siendo el voto”. Y Montoro,
ante el “chantaje” vasco para coadyuvar a que los Presupuestos sean aprobados
siempre que se dé un poco más a los pensionistas, propone financiar esas pequeñas
subidas de acuerdo con el IPC (con un
coste aproximado de 1.500 millones de euros) creando un gravamen a las grandes
tecnológicas, es decir, gravando las
transacciones electrónicas a determinados servicios digitales. Estoy pensando,
cómo no, en Amazon, ahora que El Corte Inglés desea convertirse en su
mono de repetición. A mi entender, lo más correcto sería que los bancos y cajas
(que ahora también son bancos) devolviesen al ICO los 70.000 millones de euros
de dinero prestado. Pero parece que no van por ahí los tiros. Faltan bolas para
reclamarlos.
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