miércoles, 25 de abril de 2018

La señora de los zapatos de Prada




En un sesudo análisis dentro de las páginas de El País, Berna González Harbour pone el dedo en la llaga. A propósito de Cifuentes, señala: “Se esperaba una dimisión limpia o una moción de censura, pero triunfó la tercera vía: la humillación sacada de los cajones de mugre”. (…) “Desde algún cajón mugriento en un despacho oscuro salió un video que creían destruido con una humillación registrada: la de una líder política entonces vicepresidenta de la Asamblea de Madrid, pillada como adolescente robando un par de cremas”. Y Cristina Cifuentes no pudo esperar al Dos de Mayo y tuvo que dejar su despacho de la Puerta del Sol después de haber llegado la ministra Cospedal para enviarle un recado de Rajoy. Eso del motorista –según se desprende- ya no se estila, como se hacía en los tiempos de Franco. Ahora Rajoy  han preferido enviar a la ministra de Defensa en persona para leerle la cartilla. ¡Qué pena! Cifuentes no podrá imponerle una condecoración, la Medalla de Madrid,  a Alfonso Ussía, otro que tal baila. Lo de Madrid, como lo de Valencia, son vodeviles para entretener a una ciudadanía que ya está harta de tanto mangante aforado. El verdadero problema de España es que gobiernan los que se creen impunes, olvidando que ya no está presente en El Pardo la momia de un dictador al que sólo le preocupaba el contubernio judeo-masónico, que era la cábala de los que ganaron la Guerra Civil. Éstos de ahora, muchos de ellos nietos de los que mantuvieron aquel ominoso régimen, han entendido que la Qabbaláh, esa escuela de pensamiento esotérico, dicho así, en hebreo, significa “recibir”. Y sin pensarlo dos veces, han recibido sobres en negro, títulos falsos expedidos, al menos que yo sepa, por  una Universidad pública, prebendas a tutiplén, etcétera. Lo que desconocíamos los ciudadanos era la cleptomanía de Cifuentes. Me ha venido a la cabeza aquel programa de radio del Consultorio de Elena Francis patrocinado por “crema Pons, belleza en siete días” donde se daban consejos de sacristía y alcanfor a las amas de casa sumisas que escribían a la emisora. Más tarde se supo que Elena Francis tampoco existía como persona física y que las cartas enviadas pasaban por una censura absurda. Todo fue un invento de Juan Soto Viñolo y que habían concebido los acaudalados José Fradera y su mujer, Francisca Elena Bes Calbet, propietarios de los Laboratorios de Belleza Francis, ubicado en la barcelonesa calle de Pelayo. Aquellas cartas, muchas inventadas, eran redactadas por la filóloga Pietat Castanya. Curiosamente, en julio de 2006 en la masía de Can Tirel, un deshabitado caserío de Cornellá de Llobregat, unos operarios del Ayuntamiento encontraron por azar decenas de miles de cartas de oyentes. Pero aquella fue otra historia. Lo conocido ahora sobre la cleptómana Cifuentes ha sido muy cutre. Según  OKDiario, Cifuentes sustrajo dos botes de crema antiedad en uno de los lineales de un Eroski de Puente de Vallecas en 2011. Descubierta por una dependienta, ésta avisó a un empleado de seguridad, que le revisó el bolso y dentro aparecieron los dos botecillos de color rojo. “Es aquella señora, la de los zapatos de Prada”, señaló.  Pero Cifuentes, que tuvo que reconocer que los había sustraído y pagar su importe (algo más de cuarenta euros), alegó que se los había llevado por error, que no sabía cómo habían acabado en su bolso. Por cierto, un bolso amplio que tenía el sello del Canal de Isabel II, organismo cuyo saqueo ocupa el caso Lezo y que mantuvo unos meses a Ignacio González en la cárcel. Uf, ¡qué vergüenza!  

No hay comentarios: