Respecto a lo sucedido el pasado domingo en el atrio
de la Catedral de Palma lo define perfectamente Karina Sainz Borgo en su artículo de Vozpópuli: “Es la primera vez en mucho tiempo que aparecen en un
acto público todos juntos: los eméritos y los reinantes; los destronados y los
herederos de una corona ya rota de tanto estamparla contra el escándalo, Botsuana
y caso Nóos incluidos. Entonces ocurre lo peor: la princesa de Asturias aparta
el brazo de doña Sofía con brusquedad”. (…) "Leonor, la princesa de
Asturias, tiene hoy doce años. Acude al cole. Ve películas de Kurosawa.
Come verduras televisadas ante la mirada de sargento de su madre y se deja
imponer un Toisón de oro de la mano de su padre, el muy preparado
sucesor de un reinado que comenzó en transición ejemplar y acabó en desastre. A
esa misma edad, su abuela, la reina Sofía, había cambiado 22
veces de residencia. Con apenas tres años, en brazos de su madre Federica
de Hannover, comenzó un largo exilio al que jamás puso fin. Mientras
su tío Jorge II, el entonces rey de
los helenos, era desalojado de palacio y Grecia era invadida por la Alemania
Nazi, el padre de doña Sofía, el príncipe heredero Pablo I, viajaba rumbo al Reino Unido mientras ella cogía un barco
desde Creta hacia Egipto y luego Sudáfrica”. (…) “Quien ve a doña Sofía, con el
gesto de Piedad viviente y la sonrisa rota de un paso de semana santa al que se
le ha desencajado la fe, no puede dejar de preguntarse cuándo el verbo reinar
se arruinó en manos de Letizia, alguien que confunde los
deberes de Estado con la acumulación de vestidos en su armario financiado con
dinero público”. A mi entender, en calidad de ciudadano de a pie que actúa de
mero espectador, un heredero al trono, en este caso al trono de España, tenía
que haber medido meticulosamente con quién iba a unir sus destinos. Sofía de
Grecia era hija de rey, sufrió el exilio siendo niña y, ya mayor, vio cómo se
destronaba a su hermano por haberse colocado al lado de los coroneles. Al
bisabuelo del actual monarca, Alfonso
XIII, no se le perdonó que se hubiera puesto al lado del golpista Miguel Primo de Rivera en 1923 y se la
juraron en el Pacto de San Sebastián.
Y al abuelo, don Juan, de nada le
sirvió pasar la frontera en agosto de 1936 para, con nombre falso, intentar ponerse al
lado de los golpistas. Fue puesto en la frontera por orden de Mola. Pero la cosa no quedó ahí. El 7
de diciembre de 1937 mandó una carta a Franco
con su deseo de poder participar como marinero en el crucero Baleares. Y el 9 de abril de 1939, Alfonso de Borbón, su padre, enviaba un telegrama al caudillo para
ponerse a su disposición. Por si ello fuese poco, Juan Carlos I se vio obligado a abdicar por las circunstancias que
todos conocemos. Con esos antecedentes, el actual rey, Felipe VI, tiene que medir con un calibre cada paso que da, en
evitación de que los ciudadanos hartos, que son legión, repasen la historia
reciente, que ni benefició a los Borbones
reinantes ni a los españoles que los sufrieron. Y la actual consorte, nieta de
un taxista, a mi entender, no ayuda a mejorar el pasado. Tiempo le pido al
tiempo…
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