Ayer
tarde pude ver en la céntrica calle del Coso una performance de los Sitios de
Zaragoza, donde corrieron la pólvora y se dieron lucimiento a trajes de época en señoras, soldados vestidos a la antigua usanza, curas
trabucaires y algún ciudadano con paletó. Por haber, hubo hasta la acalorada
proclama de alguien que representaba al cura Boggiero. Y hoy, en EL
Español, leo una interesante entrevista de Mariano Gasparet y Carmen
Suárez al biógrafo de Fernando VII,
Emilio La Parra. De esa entrevista
me quedo con lo siguiente: “Se construyó una imagen totalmente irreal y
positiva de Fernando VII porque interesaba. Se trataba de propaganda política.
Los españoles lucharon contra Napoleón
para establecer al rey. En 1808 nadie pensaba en la libertad de España, sino en
su rey. Además se decía que José I iba
a imponer el francés, que iba a prohibir el catolicismo y que iba a obligar a
los españoles a luchar en el extranjero con las tropas imperiales”. (…)
“Fernando VII no quiso asumir ningún elemento de modernidad y le dio mucho
juego a la Iglesia Católica. Los obispos de la época eran bastante burros,
tenían escasa preparación intelectual y sólo pensaban en el esplendor del
culto, en los mantos de las vírgenes y en las coronas… diría que eran en
realidad poco católicos”. Reflexionando sobre lo dicho por el historiador La
Parra, entiendo que poco han cambiado las cosas desde entonces. El
nacional-catolicismo del periodo franquista, donde la Iglesia Católica tuvo un
poder casi absoluto en lo referente a enseñanza y censura; donde la Sección
Femenina del Movimiento se encargó de “aleccionar” a las mujeres respecto a
sus “obligaciones” al servicio de los hombres; donde el Derecho Mercantil no permitía al sexo femenino el ejercicio del
comercio sin consentimiento expreso o tácito del marido; y donde el Derecho Penal no tipificaba las mismas
penas en el hombre que en la mujer en lo relacionado con el adulterio; todo ello,
digo, dejaron secuelas de muy difícil erradicación pese al gran salto a la
democracia. La sentencia contra “La
Manada” ha llenado de estupor a la mayor parte de la ciudadanía. Hasta Ana Botín se ha manifestado en contra
de la opinión del Tribunal, señalando que ese veredicto “es un retroceso para
la seguridad de las mujeres”. En este caso, a mi entender, los jueces tampoco han querido asumir ningún elemento de
modernidad a un asunto tan delicado. Nada ha cambiado. EL ministro de Justicia,
Catalá, pretende ahora acelerar la
reforma del Código Penal y ha dicho
una cosa de Perogrullo, ese
personaje paremiológico: “La víctima nunca es responsable de nada”. Hombre,
claro, ¡hasta ahí podríamos llegar!
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