lunes, 5 de agosto de 2019

El secundario como protagonista



A veces se me ocurre pensar que cualquier personaje secundario, o que sólo aparece de pasada dentro de una novela, podría convertirse en protagonista de otra. Pongamos por caso a Pepito El Nazareno, que vendía a bajo precio ordenadores, pianos y muebles de época, en “La Noche de tahúres”,  de Raúl del Pozo; o a Luis Felipe Ríos, que había de morir frenético, de parálisis general, en “A.M.D.G.”,  de Ramón Pérez de Ayala; o el viejo sin nombre que en Madrigal de las Altas Torres está sentado al sol con la bragueta llena de moscas, según relata Cela en “Judíos, Moros y cristianos”;  o  Aguedilla,  que mandaba moras y claveles, según describe Juan Ramón en “Platero y yo”; o Eulalia Cordón, la hija de los guardas de San Quintín, que murió loca, según describe en “Baalbec, una mancha” el inolvidable Juan Benet  El ciudadano anónimo siempre deja de ser ignorado cuando se convierte en protagonista de una historia digna de ser contada. ¿Acaso alguien sabría quién fue Eloy Gonzalo, héroe de Cascorro, de no haber marchado a la guerra de Cuba? Estoy refiriéndome a alguien que fue abandonado en la inclusa de las Hermanas de la Caridad en Madrid, que pasados los años fue detenido en Algeciras por tratar de agredir a un superior en el Cuerpo de Carabineros, y que tuvo que embarcar hacia La Habana en el vapor  León XIII y enrolarse en el Regimiento María Cristina número 63, destinado en Camagüey, para librarse de una pena de doce años de prisión que ya había empezado a cumplir en Valladolid, beneficiándose de un Real Decreto de Cánovas. A Eloy Gonzalo, aquel inclusero y posterior delincuente, le hizo famosa una arriesgada tarea frente al enemigo pertrechado de un mosquetón, un bote de petróleo y una caja de cerillas. ¿Alguien sabría hoy quién fue Juan Rodríguez de Acevedo (en el libro de bitácora de Cristóbal Colón se le anota como Rodrigo de Triana) de no haber sido el tripulante que gritara “¡tierra!” desde el carajo de la nao La Pinta?  ¿Hubiese reinado en España la dinastía Borbón de no haber muerto prematuramente en Zaragoza el príncipe Baltasar Carlos? Estoy seguro que no. Carlos II, tonto de baba e incapaz de engendrar un heredero a la Corona, produjo una profunda crisis de Estado que derivó en la Guerra de Sucesión.

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