Cuando un sábado te levantas temprano y pones en la
pianola las “Danzas españolas” de Moszkowski a cuatro manos sientes la
sensación de que el día va a discurrir como la seda. A la vieja pianola, tampoco al que le da al
pedalier y mide el ralentí, ningún oyente le lanzará huevos podridos o cáscaras
de melón. Avanza el verano de forma inexorable. En Biarritz, cuyos largos
veraneos puso de moda Eugenia de Montijo,
se encuentra la plana mayor del Mundo,
la Cumbre del G-7, para tratar de dilucidar de qué manera unos pocos
poderosos pueden hacer la puñeta al resto de la Humanidad sin que se note
demasiado. Los garantes del orden internacional son como una familia mal
avenida donde todo se rompe en Nochebuena, cuando aparece por la casa el cuñado
gañán, en el momento en que se está a punto de servir el segundo plato, con unos vinos
infames, casi vinagrillos, en la oficina de sus tripas. Cuando termine esa
función de varietés en Biarritz ya
veremos en qué queda la cosa. Trump
se lleva mal con China y le sube los aranceles como si se tratase de una moza
lozana a la que hay que subirle la falda
con un palitroque; y, mientras, en España, la carne de “La Mechá” sigue produciendo hospitalizaciones y cagaleras por
culpa de la listeria. Por fin nos enteramos de que la Junta de Andalucía llevaba dos años sin que sus técnicos revisaran
la factoría. Sanidad apunta que las mechadoras podrían ser el origen del brote.
Ya saben, como en los accidentes ferroviarios: la culpa siempre es del
maquinista. Toco madera al tiempo en
recuerdo a Sancho Rof y aquel
bichito, del que decía el ministro “que
si se cae, se mata”; y a otra ministra, Celia Villalobos, que quitaba importancia al feo asunto de las “vacas
locas”. Juan Carlos de Borbón, con
81 años a sus espaldas, se somete a una nueva operación quirúrgica, ahora de
corazón, en Pozuelo. Aclaran los medios
que ya estaba programada desde hacía meses. Todo muy raro. ¿Y Sánchez? Ya ven, en el País Vasco
francés arreglando la aldea global. Sánchez queda muy bien reflejado en aquel
cuplé de “La chica del 17” que
cantaba en 1926 la sicalíptica zaragozana
Mercedes Serós y que diez
años antes había debutado en Barcelona, en el Edén Concert, donde cantaba, bailaba y tocaba las castañuelas.
Vamos, como el presidente del Gobierno en funciones cuando se monta en el Falcon.
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