El Centro
de Estudios Borjanos, dependiente de la Institución
Fernando el Católico, me saca definitivamente de dudas sobre la famosa jota
“Pulida magallonera”, convertida en
símbolo del pueblo zaragozano de Magallón, recientemente hermanado con la
zamorana ciudad de Toro. Así, leo en su chat
del domingo, 7 de abril de 2019:
“Como es sabido, fue D. Ramón
Salvador Morales, famoso compositor y organista de la iglesia parroquial de
Magallón quien recogió lo que, según han señalado otros estudiosos, era más que
jota, una canción popular interpretada por los mozos durante la recogida de la
oliva y, con la oliva se ha venido relacionando la ya famosa jota. Sin embargo,
a nosotros siempre nos sorprendió el texto de la misma que, reproducimos para
aquellos lectores que no son de nuestra tierra:
Pulida magallonera,
anda y dile al Santo Cristo
que cuando me llame al Cielo
que me cante la olivera.
Hay
en ella, algo que sorprende a quien la escucha, porque quien canta se dirige a
la “pulida magallonera”, evidentemente una joven, para que le diga al Santo
Cristo, en este caso el Santo Cristo con la Cruz a cuestas, Patrón de la villa,
para que en el momento de su muerte “cuando me llame al cielo”, “me cante la
olivera”. Es en este último deseo o petición, donde algo no cuadra. Porque,
evidentemente, no va a pretender que sea el Santo Cristo quien le cante una
canción que se llame “la olivera”. Las palabras “me cante”, en singular,
parecen indicar que la que tiene que cantar es una mujer, “la olivera”. Pero,
para eso, ¿Es preciso pedírselo al Señor? y, además, a través de la “pulida
magallonera” que no parecer ser “la olivera”, y todo ello sin conocer qué es lo
que va a cantar “la olivera” si se trata de una mujer. Lo llamativo es la
asociación de la copla o jota con la muerte, como lo demuestra el hecho de que
hayamos escuchado interpretarla, con gran emoción, al término de algún funeral
en la iglesia de San Lorenzo, lo que nos impresionó vivamente. De ahí que, en
nuestra opinión era que algo más profundo lo que encerraba la jota, aunque
queríamos estar seguro de ello, antes de darla a conocer. Y ha sido en el transcurso del Congreso Internacional de Musicología cuando
hemos tenido la oportunidad de plantear esta cuestión al Prof. D. Francisco
Rodilla León, de la Universidad de Extremadura y Presidente del Grupo MedyRed
de la Sociedad Española de Musicología, dado que presentaba una ponencia sobre
“Fuentes, variantes y transmisión del repertorio de difuntos en el ámbito
hispánico”. Se da la circunstancia que, entre los cinco responsorios o
“absoluciones” que se cantaban ante el cuerpo del difunto o el túmulo, uno de
ellos es Libera me Domine, el Libera o la Libera, como se
le conocía popularmente. De ahí, a
inferir que lo que pide la jota que le canten en el momento de la muerte es “la
Libera” cobra sentido. Lo habíamos supuesto y nos lo ha corroborado este
destacado especialista en la materia que, además, nos ha facilitado ejemplos de
confusiones similares con otros de esos responsorios. Esta
precisión no sólo no afecta a su interpretación por parte de jóvenes y mayores,
sino que refuerza su auténtico sentido al inspirarse en un texto que, en latín,
es el siguiente:
Libera me, Domine, de morte
æterna, in die illa tremenda
quando cœli movendi sunt et
terra
Dum veneris
iudicare saeculum per ignem.
Tremens factus sum ego, et
timeo, dum discussio venerit, atque ventura ira.
Quando cœli
movendi sunt et terra
Dies illa, dies iræ,
calamitatis et miseriæ, dies magna et amara valde.
Dum veneris iudicare saeculum per ignem.
Requiem æternam dona eis,
Domine: et lux perpetua luceat eis.
“Líbrame Señor de la muerte eterna sería, por lo
tanto, la hermosa petición que encierra una de nuestras más famosas jotas, a la
que únicamente le sobraría una “o” y le faltaría una “n” para que diciendo “que
me canten la Libera” adquiriera pleno sentido. Hipótesis que, en modo alguno,
puede ser descartada”.
Queda, pues, todo aclarado.
Lo que ya no acabo de entender es la razón por la que los joteros que interpretan
tan bella pieza del compositor local mantengan
su empecinamiento. Contra la obstinación “baturra” no se puede luchar. Es causa
perdida.
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