Cuando oigo hablar sobre “la España vaciada” me
vienen a la cabeza imágenes de la película “Bienvenido,
míster Marshall”, donde quedó
reflejada cómo era nuestro país en 1953, cuando fue rodada en Guadix de la
Sierra, que en la película es Villar del Río. En aquel film quedó censurada una
bandera norteamericana hundiéndose en la acequia de aquel pueblo. Hoy, en este
país, los políticos anuncian medidas para frenar la despoblación como el que
intenta apaciguar los perniciosos efectos de una epidemia de malaria. Siempre
la misma letanía: más cuarteles de la Guardia Civil, internet hasta 30 megas
antes de enero de 2020, y líneas de ayuda al emprendimiento y de créditos del
ICO para favorecer la implantación de nuevas empresas. Pero, ¿qué empresas
puedes poner donde no hay agua, ni carreteras, ni infraestructuras ferroviarias,
y donde en sus calles desiertas sólo se escucha el ladrido de los perros? Lo cierto
es que 3 de cada 5 municipios están a punto de desaparecer, y que el 60% del
total de los municipios (8.124) tiene menos de 1.000 habitantes, en su mayoría
ancianos. Con esos mimbres no se puede hacer un buen cuévano. En la película a
la que hago referencia, las fuerzas vivas de Villar del Rio estaban convencidas
de que del Plan Marshall (cuyo nombre
oficial fue European
Recovery Program y que estuvo ideado
en 1947 por los Estados Unidos durante la presidencia de Truman para ayudar económicamente a los países europeos devastados
por la Segunda Guerra Mundial que no
disponían en aquellos momentos de recursos financieros suficientes) pillarían
cacho. España, que pocos años antes había sufrido una tremenda guerra civil,
quedó fuera de aquella ayuda planteada por el entonces secretario de Estado George Marshall y que tuvo tres
objetivos: evitar la insolvencia europea; impedir la expansión del comunismo; y
crear una estructura económica que beneficiara la formación de regímenes democráticos.
La exclusión de la España de Franco era
evidente. Los norteamericanos, para el logro de tal fin, ayudaron con más de 20
millones de dólares para alimentos, combustibles y materias primas. Los
resultados, no tanto para la República Federal Alemana, fueron espectaculares.
Pues bien, como decía, en época electoral los políticos españoles prometen
puentes donde no existe río y unas infraestructuras para las comarcas
deprimidas que nunca llegan. Y nunca llegarán mientras se aplique la vieja y
manida engañifa del palo y la zanahoria. Sin ir más lejos, Félix Azón, director de la Guardia Civil y que hoy era homenajeado
en su localidad natal, Almunia de San Juan (Huesca), también ha prometido “seguir
trabajando en la España vaciada”. Pero, si quitaron la casa-cuartel en 1970, ¡con qué me viene este tío! Cosa distinta es que, si sucede un homicidio
en ese pueblo, estén obligados los miembros de la Benemérita a acudir al lugar de los hechos por tratar de
esclarecer el suceso. Eso es de Perogrullo,
como aquel cartel enmarcado en una taberna de Alcalá de los Gazules informando
del horario: “Abrimos cuando llegamos,
cerramos cuando nos vamos, y si vienes y no estamos, es que no coincidimos”.
En la película de Berlanga, el coche
de los americanos pasó de largo por la polvorienta carretera ante el chasco de
todos los vecinos de Villar del Rio. En el caso de los políticos a la violeta que
nos han tocado en suerte, las promesas se las lleva el viento.
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