sábado, 10 de agosto de 2019

Sobre batallas, tostones y marchas nupciales



Tal día como hoy,  en 1557, tuvo lugar la batalla de San Quintín. El papa Pablo IV tuvo mucha culpa, al facilitar la entrada de tropas francesas que amenazaran los dominios españoles en el Milanesado y en Nápoles. Hubo rechazo de los españoles y fue aislado el papa, que excomulgó a Felipe II. Pero no pasó de ahí la cosa. Un año más tarde, los españoles volvieron a ganar a Francia en la batalla de Gravelinas. Dada la fecha de la victoria de San Quintín, Felipe II ordenó constuir el Monasterio de El Escorial en la sierra de Guadarrama (donde estudió Azaña con los religiosos de la OSA y su cansino “tolle, lege”, que sirvió de lema a Manuel Aguilar para sello de su editorial y donde ya dejó constancia el alcarreño en “El jardín de los frailes”),  que algunos señalan que representa una parrilla invertida, similar a la utilizada para dar vuelta y vuelta al gratín al presbítero san Lorenzo de Brindisi como si ese presbítero fuese un tostón crujiente del Mesón de Cándido (antiguo Mesón del Azoguejo, desde1786 hasta 1931) no sé si con una manzana en la boca, al que tanto le gustaba trocear con el canto de un plato y con gran escenografía en el Nodo de los cines. A san Lorenzo todavía le lloran cada noche las perseidas.  En cierta ocasión, Cándido López le respondió a un periodista: “Dice usted que qué voy a hacer con tanta fotografía en las paredes ilustrando a Franco y a su régimen; es muy fácil, si es necesario, las cambio por otras llegado el día, pero no será necesario”. Ahora, en algunos banquetes de bodas, el chef, después de cortar el cochinillo con el canto de un plato, lo tira al suelo para que se rompa. Dicen los horteras que trae buena suerte. Y si al tiempo de romper el plato, un grupo musical entona la jota segoviana y unos bailarines danzan con traje regional, miel sobre hojuelas. De lo que se trata es de alargar un ceremonial gastronómico siguiente al otro anterior, al del enlace oficial con novia vestida de blanco y novio de riguroso chaqué  pisando la alfombra de la iglesia postinera a los acordes de la marcha nupcial  (“Hochzeitsmarsch”) de Mendelssohn incluida en su ballet “El sueño de una noche de verano”. ¡Hay que ver para lo que da de sí un 10 de agosto! Más que un currusco de pan en casa del pobre.

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