Tal día como hoy, en 1557, tuvo lugar la batalla de San Quintín. El papa Pablo IV tuvo mucha culpa, al facilitar la entrada de tropas
francesas que amenazaran los dominios españoles en el Milanesado y en Nápoles.
Hubo rechazo de los españoles y fue aislado el papa, que excomulgó a Felipe II. Pero no pasó de ahí la cosa.
Un año más tarde, los españoles volvieron a ganar a Francia en la batalla de Gravelinas. Dada la fecha de
la victoria de San Quintín, Felipe II ordenó constuir el Monasterio de El Escorial en la sierra de Guadarrama (donde estudió
Azaña con los religiosos de
la OSA y su cansino “tolle, lege”, que
sirvió de lema a Manuel Aguilar para
sello de su editorial y donde ya dejó constancia el alcarreño en “El jardín de los frailes”), que algunos señalan que representa una
parrilla invertida, similar a la utilizada para dar vuelta y vuelta al gratín al
presbítero san Lorenzo de Brindisi
como si ese presbítero fuese un tostón crujiente del Mesón de Cándido (antiguo Mesón
del Azoguejo, desde1786 hasta 1931) no sé si con una manzana en la boca, al
que tanto le gustaba trocear con el canto de un plato y con gran escenografía
en el Nodo de los cines. A san
Lorenzo todavía le lloran cada noche las perseidas. En cierta ocasión, Cándido López le respondió a un periodista: “Dice usted que qué voy
a hacer con tanta fotografía en las paredes ilustrando a Franco y a su régimen; es muy fácil, si es necesario, las cambio
por otras llegado el día, pero no será necesario”. Ahora, en algunos banquetes
de bodas, el chef, después de cortar
el cochinillo con el canto de un plato, lo tira al suelo para que se rompa.
Dicen los horteras que trae buena suerte. Y si al tiempo de romper el plato, un
grupo musical entona la jota segoviana y unos bailarines danzan con traje
regional, miel sobre hojuelas. De lo que se trata es de alargar un ceremonial
gastronómico siguiente al otro anterior, al del enlace oficial con novia
vestida de blanco y novio de riguroso chaqué pisando la alfombra de la iglesia postinera a
los acordes de la marcha nupcial (“Hochzeitsmarsch”) de Mendelssohn incluida en su ballet “El sueño de una noche de verano”. ¡Hay que ver para lo que da de
sí un 10 de agosto! Más que un currusco de pan en casa del pobre.
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