martes, 13 de agosto de 2019

El chocolate de Ábalos



Miedo me da que el Gobierno en funciones estudie el pago de un “pequeño peaje” en las autovías, hasta ahora gratuitas. Como decía aquel maestro que vigilaba a los educandos en tiempo de recreo: “Cuidado, niños, que se empieza jugando y se termina llorando”. Aquí todo es empezar. Se empieza cobrando un pequeño “óbolo”, como ahora pretende Ábalos, en las autovías y se termina pagando hasta por circular por los caminos vecinales, al margen del conocido “Impuesto de Circulación”,  que cobran todos los municipios  por pequeños que sean a mayor gloria de las arcas locales. Dice ahora el ministro de Fomento en funciones que ese “pequeño peaje” serviría para poder hacer frente a un mantenimiento de firmes, que al Estado le cuesta 11.000 millones cada año, y abunda en que esa recaudación se emplearía para reducir el importe de los peajes en las autopistas de gestión privada. En unas recientes declaraciones a El País, el ministro de Fomento ha manifestado que “el que contamina, paga”. Vale, muy bien, parece correcto. Pero, yo me pregunto: ¿Dónde van aparar  los abultados impuestos que el ciudadano paga en los carburantes? ¿Dónde va a parar el dinero recaudado por multas de tráfico? Sin duda, a la nube del despilfarro, que como dijo Carmen Calvo “el dinero público no es de nadie”. Con datos de la Intervención General del Estado de hace cinco años, España disponía de unos 22.500 coches oficiales más una cantidad incontrolada de vehículos de empresas públicas y organismos de titularidad pública con un coste aproximado de 1.200 millones de euros al año. He aquí el desglose: 864 pertenecen a la Administración Central, 11.000 a ayuntamientos, 9200 a Comunidades Autónomas, 1200 a Diputaciones  Provinciales y unos 300 a mancomunidades. A esa cifra habría que añadir una cantidad incontrolada de vehículos oficiales que prestan sus servicios en empresas públicas, organismos oficiales y empresas con participación pública, que incrementaría ese número hasta los 40.000. ¿Cuántos millones de euros cuesta la gasolina para moverlos? ¿De cuántos chóferes y personal de mantenimiento hablamos? Habría que añadir los costes de seguros, ITV, horas extraordinarias y piezas de repuesto. No pasa nada. Ese es el chocolate del loro. Pero es que aquí hay muchos loros, que hasta son capaces de recitar las obras completas de Gabriel y Galán y hasta del aburrido Leopoldo Lugones con tal de mantener las mamandurrias A.M.D.G., como el título de una novela publicada por Ramón Pérez de Ayala en 1910, o seas, dos años antes de que Galdós concluyese la serie final de los “Episodios Nacionales” con el tomo “Cánovas”.  Es curioso que Ábalos siembre la semilla del posible gravamen (él dice “pequeño peaje”) justo ahora, cuando comienza la recuperación de las concesiones de autopistas y cuando los vencimientos se van a producir en cascada, algunas en pleno invierno  como es el caso de la AP-1 entre Burgos y Armiñón, hasta ahora explotada por Itinere, (que ya negocia el ERE de 111 trabajadores) y que desde diciembre quedará libre de pago.  Al ministro le espanta el recuerdo de la AP-6, cuando muchos ciudadanos se vieron atrapados por la nieve, y pretende ahora poner la venda antes de que se produzca la herida. De ahí que comentase a Eduardo Fernández (El Mundo, 09/11/18)  que  “hay que encontrar con urgencia una fórmula que garantice el mantenimiento de las vías”. Y ya parece que el ministro de Fomento en funciones ha dado con la milagrosa receta: café para todos.

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