sábado, 17 de agosto de 2019

Una mezquita sin almuédano



Oír misa en la Mezquita de Córdoba suena raro. Pero como la Conferencia Episcopal se la ha inscrito como propiedad suya, todo es posible, hasta cobrar la entrada por su visita. Uno ya no sabe muy bien qué está aconteciendo en España. Hay hasta quien afirma tener la receta de los cubitos de hielo. Lo normal sería que el almuédano convocase a viva voz al adhan desde el minarete. Lo anormal, a mi entender es que en la Mezquita de Córdoba un cura predique desde un púlpito con sobrepelliz o con roquete, que la diferencia sólo es cuestión de sastrería, es decir, si esa prenda de ceremonia tiene las mangas anchas y cortas o estrechas y largas. Algo parecido a lo que sucede con la casulla, que se usa a diario en las misas, y la dalmática, que sólo se usa en determinadas ceremonias solemnes. Recuerdo de niño cuando con ocasión de una misa cantada, de las llamadas de “tres curas”, con motivo de la festividad de san Isidro, patrón de una azucarera de La Compañía de Alcoholes, se celebraba uno de esos actos revestidos de gran solemnidad en la pequeña capilla de la empresa. El tercero de los oficiantes era el sacristán, al que le habían puesto encima una dalmática y le habían avisado: “tú haz lo que veas”. Pero a los chiquillos que conocíamos al sacristán nos entró una risa floja de esas que no hay forma de evitar. Aquel sacristán, con las manos juntas sobre el pecho y la cabeza un poco caída, nos miró de reojo y siguió a lo suyo, es decir, a hacer lo que viese al que iba delante de él. Bueno, la verdad es que ya no sé si era una dalmática o una tunicela. Son parecidas.  Existe otra especie de dalmática, aunque más corta, usada por los maceros municipales cuando usan peluquín. Tiene otro nombre: tabardo. Los de Calatayud, que son muy ceremoniosos, cuentan con maceros, podón y timbaleros, que siempre van precedidos por “el gancho”, es decir, ese podón que no es otra cosa que una podadera grande en forma de gancho que se utiliza para podar ramas altas.  La Ciudad del Jalón ya contaba  con la dignidad de tener maceros mucho antes de 1487, pero fue en esa fecha cuando los Reyes Católicos firmaron privilegio en Calatayud concediéndole a la ciudad el título de “Fidelísima”, y el de llevar mazas de plata sobredorada sus maceros y de vestir éstos libreas y gramadas de seda azul, como los de la Casa Real en el siglo XVIII desde la llegada de Felipe V.  Aquella costumbre se perdió y fue recuperada en 1999, así como el toque del “reloj tonto”, que dicho sea de paso no se trata de un reloj ni tiene maquinaria. Es una campana existente en la explanada del castillo del Reloj al que hay que acceder por 51 escalones. Suena en muy contadas ocasiones. No hay que olvidar que las campanas colocadas en todas las torres parroquiales de los pueblos de España tuvieron su importancia. Sus tañidos, dependiendo del toque, siempre ponían en alerta a los vecinos para aunar esfuerzos.

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