Karina
Sainz Borgo, en su lúcido artículo de Vozpópuli (“¡Si hasta parecen pintados por Goya!”) hace referencia a la
hospitalización de Juan Carlos de Borbón,
“El Abuelo”, en el Hospital Clínico Quirón de Pozuelo de
Alarcón, el pueblo madrileño con más renta per
cápita de España, por donde han desfilado “las cuñadas que se detestan
entre sí tanto como a su suegro; los hermanos peleados que prefieren salir al
pasillo con tal de no cruzarse; los primos plasta que le hacen esquinazo a las
primas pijas y la abuela estoica que intenta mediar entre todos, porque alguien
tiene que poner orden”. La Princesa de Asturias fue preguntada por
la prensa sobre la salud de su abuelo. Dice Sainz Borgo: “Ya tiene catorce
años, aunque la vistan como si tuviera ocho y hable con la voz ñoña de quien
aún no se entera de que la continuidad dinástica recae en sus hombros. Para ver
películas de Kurosawa, ya podría la
niña verse más desenvuelta. Es lo que tienen las madres tiesas, terminan por
pasmar a los hijos de tanto incordiarlos. Y doña Letizia, en eso, parece una experta”. Y al referirse a su hermana Sofía, la periodista señala: “Sofía
compartiría con el resto de sus primos el aire relajado de cualquier
adolescente normal y no una figurante de El secreto de puente viejo.
Aunque las vistan de Inditex, a esas
niñas les puede la afectación. Y el problema no es que se vean cursis, el
problema es que lucen distantes, abstractas, lejanas. Y considerando que una de
ellas será la que reine, mal pinta el asunto”. Se acaba agosto y el peine
no aparece. También Sánchez,
acompañado de su mujer, ha visitado al “Jefe
del Clan”. No le quedaba otra. El protocolo es un rito solemne que obliga a
las buenas composturas. Tres bypass aorto-coronarios es cosa perfectamente seria;
casi tan seria, diría yo, como un golpe de ataúd en tierra. No sé por qué me
viene ahora a las mientes el recuerdo de don
Antonio Machado: “Había rosas de
podridos pétalos, entre geranios de áspera fragancia y roja flor…”. Aquí
hay que vestirse de gris marengo y sombrero flexible por si las moscas…, y
perdonen esa locución adverbial.
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