martes, 6 de agosto de 2019

Futuro imprevisible


José María Serrano Sanz, catedrático de Economía de la Universidad de Zaragoza, en su artículo de hoy en Heraldo de Aragón dice verdades tan evidentes que no necesitan demostración. Al referirse a la creencia de algunos ciudadanos de que sin Gobierno se vive mejor, entiende, como así deducen los españoles responsables, que “la inversión, que es el fermento de la economía, se basa en la confianza en el futuro. Confianza que se irá perdiendo a medida que el futuro se haga imprevisible, como sucede en las situaciones de prolongado desgobierno. Y sin inversión, no hay crecimiento”. Y pone como ejemplo el desaconsejable modelo italiano. Un país sin Gobierno es un país sin Presupuestos y, por tanto,  en estos momentos se desconoce cuánto y en qué se va a invertir. La parálisis política deja en el aire, por poner un ejemplo, la revalorización de 9’7 millones de pensiones. Una promesa de Sánchez que está en el aire por el fracaso en la aprobación de esos Presupuestos, la disolución de las Cortes y la última frustración en el desbloqueo de los Pactos de Toledo, donde en febrero pasado Unidos Podemos se ausentó de la mesa que presidía la incompetente e impresentable Celia Villalobos, como el jugador que se levanta en medio de una partida de póquer, al rechazar el cómputo de toda la vida laboral y exigir volver a los 65 años como edad de jubilación. Sólo hubo acuerdo en una de las 22 recomendaciones: la segunda, que vinculaba el incremento de las pensiones al IPC por ley. Claro, con esos débiles mimbres se cae el sombrajo al suelo de inmediato. Los pensionistas son en su mayoría ancianos, pero no son tontos,  y tienen memoria, y no se fían de Sánchez. Recuerdan cuando siendo un simple y desconocido diputado votó la congelación de las pensiones, con Rodríguez Zapatero de presidente del Gobierno. ¿Qué se puede esperar de un país donde el banco de banqueros  no fue capaz en tiempos de Mafo de controlar a las cajas de ahorros, casi todas ellas manejadas por políticos a la violeta? ¿Qué puede esperar el ciudadano de un Banco de España que sólo declara puerilidades, tales como que “los españoles no ahorran”? ¿Qué se puede esperar del ICO, incapaz de conseguir que la banca privada devuelva el dinero prestado para su rescate? ¿Qué se puede esperar de un Tribunal Supremo que paraliza una sentencia inaudita,  dando marcha atrás y obligando  al cliente a pagar un impuesto de actos jurídicos documentados de  hipotecas cuando pocos días antes había señalado que el pago de ese impuesto correspondía a los bancos? Aquí se produjo la retroactividad de una nueva doctrina que tres semanas antes imponía a la banca el pago de ese gravamen de los últimos cuatro años. De inmediato sonó la alarma en el Ministerio de Hacienda cuando su titular, María Jesús Montero (médico, trianera de origen comunista y con valores cristianos marcados por el cura Manolo) se dio cuenta de que esa medida equivalía a 5.000 millones de euros que las comunidades autónomas estarían obligadas a tener que devolver. Y como el favor con favor se paga, y los magistrados del Supremo ocupan su poltrona merced al favor de los políticos, hubo que desdecirse. Como expresaba aquel hombre pensativo en una viñeta de La Codorniz: “Yo, por no creer, ya no creo ni en los que creen en mí”.

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