viernes, 2 de septiembre de 2022

Acercamiento de presos

 


Interesa aclarar que yo jamás podría justificar los asesinatos de Gregorio Ordóñez,  de Miguel Ángel Blanco, o de cualquier otro ciudadano. La muerte, venga de donde venga, siempre produce consternación, más aún si esas muertes están provocadas por dos asesinos etarras  que jamás pidieron perdón por sus atrocidades, y me estoy refiriendo a 13 reclusos, entre los que se encuentran Javier García Gaztelu y a Henri Parot; este último, miembro del Comando Argala y responsable, entre otros muchos delitos, de la voladura de la casa-cuartel de Zaragoza el 11 de diciembre de 1987 donde hubo once muertos, entre ellos cinco niñas. Henri Parot fue quien dio lugar a la conocida “doctrina Parot”, como se conoce la jurisprudencia establecida a partir del Tribunal Supremo (28.02.2006), modificada en 2008 parcialmente por el Tribunal Constitucional en la conocida como “doctrina del doble cómputo penal”. En 2013 la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos  resolvió definitivamente en un recurso presentado por una condenada de ETA que la aplicación de la “doctrina Parot”  con carácter retroactivo vulneraba los artículos 7 y 5.1 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, por lo que las reducciones comenzaron a ser aplicadas sobre el máximo tiempo de permanencia en prisión legal permitido, lo que resultó en la puesta en libertad inmediata de muchas personas con penas que superaban ampliamente los 30 años. Pero es conveniente hacer una matización: el alejamiento de los presos de su lugar de arraigo supone añadir un mal a esas personas que, además de restringir el derecho al respeto a la vida familiar (artículo 8 del Convenio Europeo de Derechos Humanos) es una sanción a su familia, a la que se obliga a efectuar largas distancias cuando desea visitar al interno. Más aún cuando existen todavía presos etarras en cárceles francesas. Soy consciente de que esos acercamientos al País Vasco sean un auténtico mazazo para los familiares de las personas asesinadas por unos tipejos que ni han pedido perdón por sus fechorías, ni han colaborado con la Justicia en su intento de poder esclarecer los más de cuatrocientos asesinatos terroristas que todavía no han sido resueltos. Pero, ¿por qué la derecha ataca sin piedad al ministro  Grande-Marlaska? Me canso de leer en la prensa conservadora y en el programa “El cascabel” (13 televisión) el mantra de que “Sánchez  facilita la impunidad de los etarras a cambio de la gobernabilidad”. Pareciera que hubiésemos entrado en campaña electoral cuando todavía falta un año. Feijóo se equivoca si percibe que España en su conjunto es Galicia. Sabido es que entre 1857 y 1960 llegaron a la Argentina alrededor de 1.110.000 gallegos, de los cuales, según datos proporcionados por el historiador Ruy Farías, 600.000 terminaron radicándose definitivamente en ese país. No se da cuenta ese advenedizo, convertido en jefe de la Oposición tras el cese fulminante de Casado, que los españoles solo somos “gallegos” en Argentina. Pero  el “polbo á feira​”, la expresión de admiración “carallo, el ritmo de la muñeira, o aquella “queimada” de la que presumía saber dominar con maestría Fraga; todo ello, digo, se ha quedado en simple polvo de mariposa. Fraga, antiguo ministro franquista, dijo en cierta ocasión que “el mejor terrorista es el terrorista muerto”. Yo entiendo que el mejor terrorista es aquel que se arrepiente de sus crímenes y que, tras pasar por la cárcel,  decide llevar una vida normal, como la de cualquier  ciudadano. El rencor persistente, no conduce a nada bueno. Desequilibra  y enferma el cuerpo y la mente y siempre termina en venganza.

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