domingo, 4 de septiembre de 2022

Falsificaciones a tutiplén

 


Las falsificaciones están a la orden del día. Hoy leo un artículo en El periódico de España firmado por Juanjo Villalba donde  se cuenta que “el 20 % del vino que circula a nivel mundial es falsificado”. Marga, una experta enóloga, aclara en ese diario que “la cosa funciona de la siguiente manera: algunos productores sin escrúpulos compran uva en lugares como La Mancha, donde la producción es mucho más elevada que en sus zonas de origen y la hacen pasar por uva propia, produciendo con ella vino, mintiendo en algunos casos sobre las variedades utilizadas y poniéndole su etiqueta". El sumiller Felipe Urbano, también entrevistado, entiende que “nadie piensa que, si pide en un restaurante con estrellas ‘Michelin’ una botella de ‘Pétrus’, que suele venderse por entre 3.000 y 6.000 euros, le van a engañar. Eso facilita el trabajo de los falsificadores". A mi entender, el primer error del que parte el comprador es pensar que un vino, cuanto más caro, sabe mejor. Es como si ese mismo interesado abrigase la creencia de que un reloj muy caro siempre consigue dar mejor la hora. En resumidas cuentas, existen los falsificadores de lo que sea porque también existen idiotas dispuestos a creerse que son los más listos del mundo a la hora de presumir que tienen dinero y que saben aprovechar las gangas cuando alguien se las ofrece, aunque desconozca al timador y sus intenciones. Hay falsificadores de prendas deportivas en los mercadillos de barrio, de “Rólex” falsos, e incluso vendedores de automóviles que daban el pego, que vendían falsos “Ferrari” o “Aston Martin” en internet por 40.000 euros, cuando su precio de mercado superaba los 200.000 euros. En Zaragoza conocí a un chatarrero fanfarrón, con aires de nuevo rico y muy hortera en su vestimenta y en sus modales, que presumía de haber adquirido uno de aquellos falsos deportivos con más luces que una harinera. Me recordó, salvando las diferencias, a mi tío César, ingeniero de Standard Eléctrica, que en sus ratos libres allá por los años 50 hacía radios de válvulas por encargo de vecinos de escalera y de algún otro conocido. Me contó que, en cierta ocasión, uno de aquellos vecinos le pidió que su radio tuviese muchas luces, en la creencia de que, de esa manera, podría escuchar con menos interferencias todas las noches Radio España Independiente. Y a mi tío César no le quedó más remedio que incluirle dentro del armatoste de madera un rabo de lamparillas que no cumplían ningún cometido. Como decía, aquellos aparentes deportivos, los descubiertos por la Guardia Civil, eran por lo general coches de gama baja transformados en superdeportivos mediante un cambio de chasis en un taller clandestino de Sils, provincia de Gerona. (ABC, 10-02-2017).

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