sábado, 1 de julio de 2023

El tiempo, ese tirano

 


Leo una noticia firmada por Ramón J. Campo en Heraldo de Aragón que me ha llenado de asombro. Dice: “El reloj de sol ya funciona en Canfranc”. Se trata de un homenaje a los ingenieros Fernando Ramírez de Dampier y Luis Caballero de Roda, artífices de la Estación Internacional hoy convertida en hotel. Recibe esa denominación el reloj de sol cuyo gnomon tiene que ser desplazado a lo largo del año según la declinación solar. Una variante consiste en desplazar la elipse que contiene las horas en lugar de desplazar el gnomon. En el primer caso se hablaría de un reloj analemático de gnomon móvil y en el segundo de gnomon fijo. Pero hay otras variedades de relojes de sol: anulares, acimutales, bifilares, cilíndricos, de altura, de plomada, de reflexión, de refracción, etcétera. Pero también existe el reloj de luna, que señalan el tiempo mediante la sombra proyectada por la luz del satélite entre las fases de cuarto creciente y cuarto menguante. El reloj que “ya funciona” en Canfranc no ha necesitado de la ayuda de un relojero sino de un herrero, que se ha limitado a soldar un cambio de agujas sobre una mesa de viguetas. Un reloj eterno que seguirá dando la hora solar, que no la hora del Gobierno, mientras exista el mundo y siempre que el cielo no esté encapotado. Lo que ya no sabía, y que descubrí leyendo “La pequeña industria al alcance de todos” (Casa editorial Bailly-Bailliere, Madrid, 1913), es que existe el reloj de sol de bolsillo. Se trata de un disco de tamaño y forma de un reloj de bolsillo, con unos números en la parte superior derecha que comienza por el 5 y termina por el 4, y una saeta central. Dispone de un orificio en la parte superior, inserto en uno de los lados coincidiendo con las 12 por donde debe entrar el rayo de sol siguiendo la dirección del diámetro del disco que sirve de esfera. Al ladear convenientemente el aparato se mueve la saeta que gira alrededor de su punto de inserción, marcando la hora exacta. A mi entender, la noticia del diario hubiese sido más correcta e haber escrito “el reloj de sol ya está instalado en Canfranc”. Los relojes de sol siempre funcionarán mientras exista un espacio donde no llegue la luz por el bloqueo de un cuerpo opaco. Un reloj de sol no necesita que se le dé cuerda ni el auxilio de un calibrador de péndulos. Carece de piñones, ruedas dentadas, ejes volantes, escapes, muelles, piezas retráctiles y mantenimiento. El tiempo es el instrumento que utiliza el empresario para evaluar en su beneficio el máximo desempeño de los trabajadores. La “racionalización” fue la manera de controlar el rendimiento de los obreros y el tiempo real que se necesitaba para construir una pieza o fabricar un coche. Los trabajos en cadena, el taylorismo y el cronómetro han conseguido la completa despersonalización del ser humano. La película “Tiempos modernos” (1936) muestra la penosa vida de un obrero en plena revolución industrial tras la Gran Depresión,  el enajenante trabajo de apretar tuercas sin descanso y el frenético ritmo de una cadena de montaje. Dicen que “el tiempo es oro” y Gregorio Marañón comentaba que era un trapero del tiempo. A Marañón le faltaban horas para aprender, sanar pacientes o escribir ensayos. Al patrón explotador le falta tiempo para seguir explotando. Cierto que el tiempo es oro, pero para unos más que para otros. La culpa es del reloj, que carece de empatía y todo lo devora.

No hay comentarios: