Hoy en ABC, Antonio Burgos mece el incensario con
tanto brío hacia la Casa
de Borbón que temo deje a alguno tuerto. Es tan grande su meneo y tan espeso el
humo que parece un chamán aireando el frágil penacho de Moctezuma. Parece como si las barbas de las plumas de ese penacho se desprendieran
de su cañón. Cuenta que “España es tan Reino como el Unido de la Gran Bretaña; que la Casa de Borbón no tiene nada
que envidiarle a la de Windsor; y que en la liga de campeones de la Historia, les ganamos a
los ingleses por goleada”. Y así, “carroza va y tiara de Victoria Eugenia viene”, Burgos me recuerda a José María Pemán cuando
sacralizaba con soflamas la figura del dictador Franco y su “guerra santa”. "El
humo del incienso -escribía Pemán-y el humo del cañón, que sube hasta las
plantas de Dios, son una misma voluntad vertical de afirmar una fe y sobre ella
salvar un mundo y restaurar una civilización”.A mi entender, cada
ciudadano, también Burgos, puede decir o escribir lo que le venga en gana. Le
ampara el artículo 20 de la
Constitución. Pero a mí me importa un pito
si la Casa de
Borbón tiene o no tiene nada que envidiar a la de Windsor. Lo que
sí me interesa como ciudadano es conocer si la visita del jefe del Estado a
Reino Unido va a servir para algo útil a los intereses de España. Todo lo demás
sólo es perifollo y postureo prescindibles.
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