Ramón Pérez-Maura,
en ABC, bajo el epígrafe “Guarden el 155 para mejor ocasión”
hacía referencia ayer domingo al asunto catalán. Pérez-Maura comienza su
artículo con un texto entrecomillado de un extracto correspondiente a la página
6 de La Vanguardia de fecha 9 de octubre de 1934
describiendo la situación tras la proclamación del Estado Catalán dentro de la República Federal
Española por Lluis Companys: “Repetidas veces lo dijimos y
anunciamos: esto acabará mal. Consumatum
est!...”. Los hechos de aquel 6 de octubre sucedían a los del día 4, fecha
en la que Alejandro Lerroux formaba
nuevo gobierno donde entraban por primera vez ministros de la CEDA, y a los del día 5,
fecha en la que la Alianza Obrera
de Cataluña declaraba la huelga general para toda España pero sin el apoyo de la CNT catalana. Aquel mismo día,
Companys trató de hablar telefónicamente con Niceto Alcalá Zamora sin conseguirlo. Lerroux decretaba el estado
de guerra en podo el país. A las ocho y diez minutos de la tarde, Companys
desde el balcón de la
Generalidad proclamaba la República. Pocas
horas más tarde, Francesc Macià proclamaba la República Catalana,
“que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de
fraternidad en el común anhelo de edificar una República Federal libre y
magnífica”.El director de La Vanguardia, Agustí Calvet, se mostraba muy crítico
con Companys, como se mostró muy crítico en los días siguientes, también el día
9, como recuerda hoy Pérez-Maura. El general Domingo Batet, jefe de la división orgánica, proclamó el estado de
guerra y aplicó la Ley de Orden Público de
1933. Bombardeó el palacio de la
Generalidad obedeciendo órdenes de Madrid. Pero existió una
paradoja: premiado con la Laureada de San Fernando por sofocar la rebelión
de la Generalidad,
moriría fusilado en Burgos en 1937 por el “delito de adhesión a la rebelión
militar” y por la falsa acusación de pertenecer a la masonería. Pues bien a las
seis de la mañana del día 7, Companys se rendía a Batet. Una compañía de
fusileros entraba en la
Generalidad y detenían Companys, a su gobierno y a los
diputados Josep Tarradellas, Antoni Xirau, Joan Casanellas, Estanislau
Ruiz, y al presidente del parlamento Joan
Casanovas. Acto seguido detuvieron también en el Ayuntamiento al alcalde Carles Pi i Sunyer y a los concejales
de ERC que le seguían. Los apresados fueron trasladados al buque Uruguay
anclado en el puerto de Barcelona y reconvertido en prisión. También fue
detenido Manuel Azaña, que se
encontraba casualmente en Barcelona para asistir a los funerales del que fuera
ministro de su gabinete Jaume Carner,
muerto de cáncer de laringe. En el momento de su detención, Azaña se encontraba
reunido en el Hotel Colón de
Barcelona con 30 dirigentes de Esquerra Republicana. El comandante Enrique Pérez Farrás y los capitanes Escofet y Ricart, fueron condenados a muerte, siendo su pena conmutada por la
de prisión perpetua por el presidente de la República. El presidente y el
gobierno de la Generalidad
fueron juzgados por el Tribunal de Garantías Constitucionales y fueron
condenados por rebelión militar a treinta años de prisión, que deberían cumplir,
unos en el penal de Cartagena y otros en el del Puerto de Santa María. El 23 de
febrero de 1935 fueron puestos en libertad provisional el alcalde de Barcelona y
los concejales detenidos. Al final todos salieron a la calle en febrero de 1936
con el triunfo del Frente Popular. Pérez-Maura señala que “no hará falta decir que si el
Gobierno de Mariano Rajoy se
atreviera a actuar como lo hizo entonces el de Alejandro Lerroux, sería
universalmente condenado”. “Yo creo -sigue escribiendo Pérez-Maura- que todavía
somos una amplia mayoría los españoles que defendemos la vigencia de esta Carta
Magna. Pero entre quienes la sostienen, abundan los que nos dicen que no hay
que aplicar el artículo 155 como vía para resolver el problema que se ha
generado desde la autonomía de Cataluña. Y si ese artículo que prevé la
recuperación por parte del Gobierno de la nación de todas o de parte de las
competencias cedidas a un Gobierno autónomo no se aplica en un caso así, ¿para
cuándo lo dejamos?”. Y Pérez Maura termina con una anécdota sobre Alfonso XIII y una casa particular en la que fue invitado a cenar. Hizo el Rey
un gran elogio del vino que se le había servido y respondió el anfitrión: “Pues
tengo uno mejor, Majestad” a lo que replicó el Rey “¡Guárdalo para mejor
ocasión!”. En resumidas cuentas: si el Gobierno aplica el artículo 155, mal, y
si no lo aplica, también mal. Ser o no ser, la eterna duda de Hamlet. Mejor será que Mariano Rajoy,
dada su pusilanimidad manifiesta, se aplique la filosofía de Julio Cerón: “El que vale poco y se
cree que vale mucho, no vale. Pero el que vale y no sabe lo que vale, tampoco
vale”. O que haga, sencillamente, lo que siempre se espera de él: seguir sentado
en la mata sin patata a la espera de que venga el tío
Paco con la rebaja.
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