Leyendo hoy un espléndido suelto en El País de Ana Alfageme,
“La casa desconocida de Federica Montseny
y Manuel Azaña”, caigo en la cuenta de que hace ahora 90 años de la primera
impresión de “El jardín de los frailes”
compuesta por “catorce ejemplares en
papel registro, numerados de 1 a
14. No se ha puesto a la venta”. “El jardín de los frailes” no sé cuántas
veces lo habré leído. Tengo una edición en rústica de Alianza Editorial (2º edición, 1982) que consta de un prólogo de
dos páginas, en total: 174 páginas. En su interior conservo recortado un
artículo de Federico Jiménez Losantos
publicado en ABC el martes, 4 de mayo
de 1993 y titulado “Doña Lola”, donde
su autor hace un elogio funeral de Dolores
Rivas con motivo del fallecimiento de la que un día fuese “primera dama” de
España, antes de que la sustituyese otra mujer, Carmen Polo, por la fuerza de la sinrazón. “Doña Lola -cuenta Jiménez Losantos- se impuso como primera obligación moral cuando dejó en la tumba
francesa a su marido y marchó a México, publicar sus Obras Completas, y ahí
están, en la editorial Oasis, con esos tonos de plata y catafalco que las hacen
resaltar en cualquier biblioteca”. Aquí, el de Orihuela del Tremedal hace
uso del argot taurino, siempre tan carpetovetónico. Azabache o catafalco es el
color de un traje de luces tremendamente elegante, pero que algunos toreros
evitan por considerarlo demasiado serio. Catafalco, como todo el mundo conoce,
es ese túmulo suntuoso que se pone en los templos para las exequias fúnebres.
También, a veces, sobre el catafalco se sitúa el ataúd rodeado de blandones,
esos enormes candelabros que soportan cirios de cera muy gruesos. El libro
de Manuel
Azaña está dedicado a su cuñado además de amigo, Cipriano Rivas Cherif. Dice Azaña en su prólogo: “Quisiera tan sólo declarar a los amigos
inclinados a otorgarme la merced de leerlas, el enigma de unas confesiones sin
sujeto. Se exige demasiado a la amistad: incluso que lea los libros y no los
desacredite”. No sé por qué razón, he aprovechado la lectura de Ana
Alfageme para recordar a un escritor metido a político cuando ya rondaba los 50
años. Ganó el Premio Nacional de
Narrativa en 1926 con su obra “Vida
de don Juan Valera”. “El jardín de los frailes” se editó primero por
entregas, entre septiembre de 1921 y junio de 1922, en las páginas de La Pluma. Cinco
años más tarde, en 1927, se publicó en formato de libro.
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