En mi trabajo de ayer, hacía referencia al vapor Uruguay, fondeado en Barcelona y que
sirvió barco-prisión a los miembros del Gobierno catalán y otros altos cargos
del Ayuntamiento de Barcelona. Pues bien, la historia del vapor Uruguay fue la siguiente: fue construido
por William Denny Bros. Tenía 10.348
TRB con 145 metros
de eslora, 18,4 de manga y 10,8 de puntal y capacidad para 250 pasajeros en
primera, 100 en segunda y 75 en tercera. Bautizado inicialmente como Infanta
Isabel de Borbón, cambió de nombre con la llegada de la República. Estaba
provisto de tres hélices movidas por dos máquinas de vapor de triple expansión,
que le dieron 18,64 nudos en pruebas. En 1934, fue apartado de su destino en
las líneas de América, requisado por el gobierno republicano. En 1939 resultó
hundido por un bombardeo. Fue reflotado en 1942 y posteriormente desguazado en
Valencia. Javier Cercas, en su
novela Soldados de Salamina, hace
referencia de la conducción a ese barco de Sánchez
Mazas, en 1937 tras su detención. Escribe Cercas a propósito del barco:
“Las condiciones de vida no son buenas: la comida es escasa; el trato, brutal.
También son escasas las noticias que llegan sobre el curso de la guerra, pero
conforme ésta avanza incluso los cautivos del Uruguay comprenden que la
victoria de Franco está cerca”.
También hace referencia un tal Monroy,
que había gobernado el barco con mano de hierro y que más tarde sería
responsable de la prisión instalada en el santuario de Santa María de Collel,
cerca de Bañolas. Lo cierto es que durante la Guerra Civil el santuario
sufrió la destrucción revolucionaria de los primeros meses de la guerra. Las
instalaciones dejaron su función escolar y eclesiástica y se estableció una
prisión, dirigida por Anastasio Sánchez
Monroy, que en enero de 1939 se llenó de gente vinculada a la Falange Española.
Unos 50 fueron fusilados en el exterior del recinto el 30 de enero de 1939,
entre ellos Robert Bassas Higo y Joaquim Guiu Bonastre. Dos pudieron
escapar del asesinato masivo huyendo en medio del bosque: Jesús Pascual Aguilar y Rafael
Sánchez Mazas. Cuando el 8 de febrero de 1939 las tropas franquistas
llegaron al santuario había encerrados más de 200 mujeres y 148 hombres,
custodiados por 18 soldados republicanos, que fueron abatidos a tiros y
enterrados en lápidas sin identificar. Cercas, por su parte, presenta a un Sánchez Mazas huyendo de
las balas durante el fusilamiento masivo de falangistas y presos rebeldes ese
30 de enero de 1939, sólo cuatro días antes de la toma de Barcelona. “Tras su
detención en Cataluña -cuenta Cercas- el escritor ha pasado un año recluido a
bordo del barco prisión Uruguay. La víspera de esa madrugada de enero la
ha vivido esperando su ejecución junto con unos 50 presos, falangistas,
banqueros, abogados e intelectuales, en el santuario del Collell, llevados allí
por las tropas republicanas en su huida hacia la frontera”. En efecto, Sánchez
Mazas había sido detenido en Madrid, llevado a la cárcel Modelo y más tarde
indultado. Siguiendo los consejos de Indalecio
Prieto se refugió en la embajada chilena y allí permanece un año. En un
intento de huir a Francia, se escondió en un
camión de hortalizas y terminó en Barcelona. Allí es cuando llegó su
arresto y su envío al vapor Uruguay.
Posteriormente sería enviado al santuario, donde consiguió escapar. Acabada la
guerra, Sánchez Mazas convertido en héroe recibió homenajes, como el del 9 de
abril de 1939 en Zaragoza presidido por Serrano
Suñer. Tenía entonces cuarenta años. Juró en el Monasterio de las Huelgas
su cargo como ministro sin cartera durante el primer Gobierno de la Dictadura, y poco
después fue nombrado consejero nacional de FET y de las JONS. En 1940 consiguió
ser miembro de la RAE,
y diez años después presidió el Patronato del Museo del Prado. Murió en Madrid
en 1966.
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