martes, 18 de julio de 2017

Don Antoni Nicolau




Don Antoni Nicolau siempre estaba serio, como cabreado.
--Escolta, amic meu, en aquesta vida tot  te truc. És que tu et creus el que diuen els capellans, els polñíticos o els acamuelas?
Hombre, yo...
--¡Que equivocat estàs!
--En algo habrá que creer...
--Doncs tu segueix per aquest camí i algun dia et recordaràs del que et dic.
Don Antoni Nicolau tomaba baños de sol en la Barceloneta, fumaba en pipa y llevaba un bañador de cuerpo entero a rayas azules y blancas que escondía debajo de un albornoz color granate. Don Antoni Nicolau era caballero mutilado. En el frente de Teruel le penetró una esquirla de metralla en los genitales y le dejó con un sólo cojón, enucleado y fuera del escroto. Le hicieron un primer apaño en un hospital de sangre que había en la retaguardia. Por aquellos días se comentaban los métodos del doctor Trueta.  Hubo nevadas intensas y congelaciones de necrosis con mutilaciones, sobre todo en los dedos de los pies. A Nicolau le operó el doctor Joaquín d’Harcourt Gott en un vagón quirófano situado en la topera de una vía muerta de la estación ferroviaria.
--Escolta, amb un sol colló es pot vivor perfectament. Ja em veus a mi ...
--Sí, sí, ya veo.
Cerca de donde ellos se encontraban había una pareja durmiendo bajo una sombrilla. Tenían un pequeño transistor encendido y salían las ondas una canción de Julio Iglesias. Una golondrina navegaba con turistas. Las olas producían un ruido monocorde que invitaba a la somnolecia. Don Antoni Nicolau se despidió de mí y se marchó despacio camino de un malecón. Noté que se apoderaba de mí la melancolía que siempre me embargaba los finales de verano.

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