El derribo de una cruz en el monte Gaztelumendi, que
homenajeaba a los caídos rebeldes en Larrebezúa (Vizcaya), ha producido cuatro
heridos por alcance de cascotes. No digo nada lo que podría pasar si le hiciese
algo parecido con la cruz de los caídos de Cuelgamuros. Seguro que los cascotes
llegaría sierra abajo hasta Collado Villalba. Dios nos coja confesados. Mejor
será dejar donde está ese mamotreto de hormigón armado de 200.000 toneladas de
peso, 150 metros
de altura, 46 metros
de longitud en sus brazos y que constituyó la pesadilla del arquitecto Diego Méndez, según comentó el 21 de
julio de 1957 al diario ABC en
respuesta a una pregunta de de Tomás
Borrás. En aquella ocasión, Méndez, que había sido el encargado en las
tareas arquitectónicas en la Casa Civil
del Jefe del Estado, hizo referencia a su construcción: “Presentar una cruz en
lo alto de un risco que trepa a las nubes sin que pareciera enana, vulgar de
estilo y proporciones era la pesadilla, repito, tanto del Caudillo como la mía”. (...) “Pasaron meses y no daba con la
solución –explicaba Méndez–. Un día, de modo inesperado, mientras aguardaba que
mis cinco chiquillos se vistieran para ir a misa, absorto, casi iluminado, casi
instrumento pasivo, el lápiz en la mano con el que hacía arabescos en un papel,
sin darme cuenta dibujé exactamente la
Cruz tal y como está ahora en su materia clavada en la
elevación poderosa”. (...) “Así, en julio de 1950, comenzó la cimentación y, en
1951, la construcción de la misma cruz. Todo a un ritmo acelerado en el que
participaron unos 2.000 operarios, entre los que se encontraban ochenta
condenados. Por lo que se supo después, muchos de ellos eran presos
republicanos de la Guerra
Civil que acabaron siendo enterrados bajo aquellas mismas
piedras. Ellos horadaron el granito, se subieron a andamios inverosímiles,
manejaron la dinamita…”. Aquella obra faraónica concluyó en 1958. La cruz está
hecha con piedra caliza de Calatorao. Señalaba Raquel Ejerique (eldiario.es, 15/04/17) que “frente a la abadía, existe
una hospedería que se anuncia en Internet para pasar la noche o una
estancia de retiro. Allí solía ir a meditar el exministro de Interior Jorge Fernández Díaz. Dispone de 220
plazas distribuidas en 2 plantas, restaurante, bar-cafetería, 8 salas de reuniones,
servicio de lavandería y planchado, máquinas de comida y bebida, ascensor,
teléfono en algunas habitaciones, teléfono público, venta de libros y de licor
monástico, capilla y garaje gratis. Cuesta unos 45 euros la noche. En la
foto adjunta puede verse una de esas habitaciones de hospedaje. ¿Ha visto el
lector en su vida algo más rancio y que produzca más inquietud? Yo les aseguro
que personalmente no. Me da yuyu.
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