A mi entender, si todos los problemas de los sanfermines de este año consisten en
haber colocado una ikurriña en el balcón del Ayuntamiento de Pamplona el aparente
problema no es un problema. No se debe sacar punta a asuntos banales. Decir que
con ello se desafía a los tribunales significa que deberían cambiarse
determinadas leyes para hacer normal lo que los ciudadanos entienden que así lo
es. Lo que molesta a una parte de la sociedad de Pamplona es, digámoslo claro,
que el alcalde, Joseba Asirón sea de
Bildu. El alcalde justificó tal medida alegando que existía un informe
jurídico que asegura que “interpretando en conjunto la normativa estatal y
foral, estas normas no obligan ni impiden al Consistorio colocar la europea o
la ikurriña”. De ser así, ¿dónde está el fraude de ley? Politizar las fiestas
presentando sendos recursos, como han hecho Unión del Pueblo Navarro y la Delegación del
Gobierno, se me antoja como una forma estúpida de marear la perdiz. También
está castigada por las leyes la corrupción de los partidos políticos y aquí no
pasa nada, o pasa muy poco. A la delegada del Gobierno de Navarra, Carmen Alba Orduna, le recordaría que
el partido político al que pertenece, el Partido Popular, es la única formación
política investigada en España por presunta corrupción. La delegada del
Gobierno debería procurar que no se repitan los desmanes y las agresiones
sexuales del año pasado, entre ellos la presunta violación de cinco individuos
a una mujer de 19 años. Eso parece más serio a ojos de los ciudadanos y produce más repulsa que colocar una ikurriña
en el balcón del Ayuntamiento de Pamplona, una capital de provincia donde las
calles se rotulan en castellano y en vascuence. Lo que ya no es de recibo, que
todo hay que decirlo, es la enorme pancarta desplegada en apoyo a los agresores
de Alsasua ni la enorme estelada en apoyo a la independencia de Cataluña.
Siempre hay individuos que intentan pescar en río revuelto, incluido el Arga.
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