Con una tasa de paro de larga duración del el 39% y el 38,5%
de paro juvenil que no nos venga diciendo el Gobierno que España está creciendo
más que ningún otro país europeo. Es evidente que las cotizaciones de las
personas en activo no dan para mantener las pensiones de jubilación. Ante tal
disyuntiva, el FMI “invita” a los trabajadores a que se hagan un fondo de
pensiones privado. Vicente Lozano,
en El Mundo, señala que, pese a todo
ello, el Gobierno de Rajoy “ha
decidido bajar
impuestos el año que viene, repartir más dinero
entre las comunidades autónomas, que los ayuntamientos puedan utilizar casi a
su antojo su superávit, ha levantado el veto a la creación de puestos de
funcionarios y se plantea que algunos colectivos de la función
pública puedan reducir la jornada laboral hasta las 35 horas el año que
viene”. ¿Serán esas las zanahorias a las que hacía referencia Montoro para época preelectoral? Pero,
¿qué trabajador puede detraer de su menguado salario una parte importante del
mismo para hacerse un fondo de pensiones privado? Por otro lado, con sueldos
menguantes no puede cotizarse mucho a la Seguridad Social.
No se puede pedir en la pescadería merluza grande que pese poco. Este se ha
convertido en un país de servicios: de camareros y de repartidores. Da pena
comprobar cómo ya empezamos a ver por nuestras calles algo que parecía
impensable: los repartos domiciliarios a golpe de pedal, mochila al hombro y
bajo un sol de justicia, como practican muchos jóvenes contratados por las empresas
Glovo y Deliveroo. A mi entender, de esa forma de entender el trabajo
juvenil a la esclavitud sólo hay un paso.
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