Ni en las películas de Berlanga
hemos visto cosa igual. Un lujoso mercedes,
prestado por un vecino para la ocasión y cubierto por un palio acompañaba al
cura Vicente Mundina Balaguer y a la
custodia en Rapariegos (Segovia) durante la procesión del Corpus. Al padre
Mundina, de 84 años, le habían operado de la cadera y estaba incapacitado para
seguir a pie la procesión. Se comprende. Pero reconocerán los lectores que el
palio, en este caso utilizado como sombrajo, no procedía por mucho que apretasen
las calores. Al padre Mundina se le conoce como el cura de las plantas, ya que tiempo atrás hizo un programa
televisivo. Para el próximo año propongo que le lleven en una silla gestatoria
aupada por palafreneros. Así, al tiempo que procesiona el padre Mundina, podría
ilustrar a los presentes sobre gladiolos, tulipanes, pamplinas, verdolagas y
rosas de Jericó. El baldaquino de cuatro palos recuerda la tienda de campaña
donde reposaba el Arca de la Alianza durante el
éxodo por el desierto. Pero un baldaquino cubriendo la carrocería de un coche
alemán resulta sorprendente. El dosel con bambalinas nos recuerda a los que
peinamos canas la entrada de Franco
en las catedrales para asistir a unos Te
Deum laudamus patrióticos. El palio había comenzado a cubrir al dictador en
Santa María de las Huelgas, en 1937. Escribía Giuliana di Febo: “Ya en la sala Capitular, sentado en un trono con
dosel de damasco rojo, después de haber jurado sobre los Evangelios ante el
cardenal Gomá su fidelidad a España
y a Falange, asistió al desfile y a la jura de los consejeros. La ceremonia
ilustraba la sacralidad del pacto entre Franco y una jerarquía eclesiástica
garante de la reciprocidad del vínculo entre las instituciones del régimen. Era
la primera etapa de un proceso que culminó en la ceremonia de la ofrenda de la espada de la Victoria en la
iglesia de Santa Bárbara de Madrid en 1939. Franco se sintió aquel día como
Dios, alfa y omega de la historia”.
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