En verano, nada mejor que leer un libro interesante.
Recomiendo “Pachín González”, del
costumbrista José María de Pereda.
Es su obra póstuma. En ese libro, de forma novelada, se narra la peripecia de
un santanderino preparado para emigrar en un intento de salir de pobre y que el
3 de noviembre de 1893 pudo ser espectador del drama causado entre la
ciudadanía por la explosión del vapor “Cabo
Machichaco”, fondeado en la bahía de Santander. Comienza la novela:
“Salió de su casa el día preciso (el de los Difuntos, por más señas),
después de oír las tres misas del párroco de su aldea; día bien triste,
ciertamente, para los vivos, si tienen memoria para recordar y corazón para
sentir, porque los hay que no sienten ni recuerdan, sobre los cuales pasan esas
y otras remembranzas como el viento sobre las rocas”. (...) “Ello fue que la
madre y el hijo llegaron a Santander, según lo anotó a pulso el jovenzuelo en
su flamante cartera, «en la tardezuca del 2 de
noviembre de 1893.
Lo cierto es que el 3 de noviembre de 1893 se produjo en el
puerto de Santander la explosión del vapor “Cabo
Machichaco”, perteneciente a la Compañía Ybarra y bajo las
órdenes del capitán de la Marina Mercante,
Facundo Léniz Maza. Prestaba
servicio de cabotaje entre Bilbao y Sevilla con varias escalas, entre ellas las
del puerto de Santander. En ese sentido, cuenta Alfredo Caballero Sardina: “El 3 de noviembre, el vapor abandonó el
fondeadero de la ría de Astillero tras haber cumplido el plazo reglamentario de
cuarentena, a causa de la epidemia de cólera que se extendía por su puerto de
origen, Bilbao, atracando en el muelle saliente número 1, conocido como la
tercera machina, frente a la actual calle de Calderón de la Barca. Entre otras mercancías,
el ‘Machichaco’ transportaba algo más
de 51 toneladas de dinamita procedente de Galdácano y varios garrafones de
ácido sulfúrico en cubierta. De acuerdo con el Reglamento del Puerto de Santander, cualquier buque que
transportase dinamita debía efectuar sus operaciones de carga o descarga en el
fondeadero de La Magdalena
o al final de los muelles de Maliaño. Sin embargo, esta normativa parece ser
que era incumplida sistemáticamente con la connivencia de todos los
responsables en aplicarla”. Sobre las 13’30 se declaró un incendio a bordo, del
que fueron informadas las autoridades. Comenzó en cubierta y se propagó por las
bodegas de proa. Lo cierto es que había explosionado una garrafa de ácido
sulfúrico por razones desconocidas. Según Alfredo Caballero Sardina, “tripulaciones
de algunos barcos anclados en el puerto, prestaron su ayuda en el intento de
extinguir el fuego, entre otras, la del vapor correo “Alfonso XIII “que había llegado el día anterior a Santander tras su
primer viaje a Cuba. También aportó su valiosa ayuda el trasatlántico español “Catalina” de cuya tripulación formaba
parte Pachín González, el personaje
que inspiró a Pereda la novela del mismo nombre. El fuego del barco atrajo a
multitud de curiosos que, ajenos al contenido mortal de las bodegas, contemplaban
despreocupadamente el fuego. Una hora después estallaron las bodegas. Muchos
edificios cercanos de la calle Méndez Núñez, se derrumbaron. La onda expansiva
se propagó por toda la bahía y cientos de fragmentos de hierro y otros objetos
salieron disparados a varios kilómetros de distancia. La explosión produjo
además una inmensa ola de agua de millares de toneladas, que arrastró a muchas
personas al mar. Todos los que estaban a bordo dejaron su vida en la explosión.
El trágico resultado fue de 590 muertos y 525 heridos. Santander tenía en aquel
tiempo 50.000 habitantes censados. En esta tragedia fallecieron la mayor parte
de las autoridades civiles y militares de la provincia, incluido el gobernador
civil, además de bomberos, trabajadores y curiosos que se habían acercado a
observar cómo ardía el barco. La magnitud de la explosión fue tal, que un
calabrote llegó hasta la localidad de Peñacastillo, a unos ocho kilómetros de
distancia, y mató a una persona. Un guardia halló dos piernas sobre el tejado
de un almacén de madera a una distancia de dos kilómetros. En la playa de San
Martín, a kilómetros de recorrido, apareció el bastón del gobernador civil, Somoza, que junto con otras autoridades
se hallaba a bordo en el momento de la explosión. El ancla del vapor fue a
parar al patio del colegio La
Salle, a pocos metros del Alta, donde muchos años más tarde
aún se podía ver como fúnebre monumento...”. Durante los meses siguientes se
procedió a extraer la parte que no había explosionado. El 21 de marzo de 1894,
sin embargo, días antes de la desaparición de sus últimos restos, el barco
volvió a estallar y provocó la muerte de 15 buzos. El Ayuntamiento de Santander
realiza un homenaje cada 3 de noviembre a las víctimas de la catástrofe del
vapor “Cabo Machichaco” justo enfrente del monumento, obra del
escultor Cipriano Folgueras Doiztúa,
situado entre la Estación Marítima y el
Hotel Bahía.
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