Como bien señalaba ayer Francesc
de Carreras en una columna de El País,
“los ministerios y las consejerías de Cultura sirven, sobre todo en la
actualidad, para dar prebendas y subvenciones con la finalidad de acallar a los
críticos con el poder, impedirles ejercer su función creativa. Más cultura no
es aumentar el presupuesto de cultura, en muchos casos es exactamente lo
contrario. ¡De ahí el silencio de los intelectuales!”. A estas alturas de curso
político, Íñigo Méndez de Vigo,
ministro de Educación, Cultura y Deporte, además de portavoz del Gobierno, debería
saber que hoy se regalan libros que nunca se leen, que muchos ciudadanos no
asisten al cine o al teatro por no tener que pagar un plus del 21% de IVA, que
casi nadie lee a Ortega ni a Schopenhauer ni saben quién fue el Conde-Duque de Olivares por la sencilla
razón de que no leen historia ni los ensayos de Gregorio Marañón. Ni les
interesa El Greco ni el fox-trot ni el lenguaje de las flores.
En televisión se machaca al espectador
con concursos de cocina y de cocineros, que es lo que aquí interesa porque el
turismo aporta ya el 13% al PIB. Méndez de Vigo, barón de Claret, es sobrino de Carmen
Díaz de Rivera, hija bastarda de Ramón
Serrano Suñer, nieto de Carmen de Icaza y, aunque de lejos,
está emparentado con María Cristina
Muñoz y de Borbón, marquesa de la Isabela, quinta hija
de María Cristina de Borbón Dos Sicilias
y del duque de Riansares. Ana Germana Bernaldo de Quirós y Muñoz
(1866-1934) marquesa de Atarfe y nieta
de la reina gobernadora, se casó dos veces. La segunda vez con Manuel Méndez de Vigo y Méndez de Vigo.
El actual ministro de Cultura es, según
se desprende, de familia de “rancio
abolengo”. Algo a destacar en un país trufado de servidores públicos de dudosa
eficacia, de cocineros de chiringuito y de camareros de mesas de velador.
España se ha convertido en el país de las 60 peonadas, de los contratos basura,
de los docentes interinos y de los ganapanes y vendedores de humo que han hecho
de la política su forma de vida. La cultura independiza al ser humano, pero
también los empleos dignos. Un país donde el IVA de los cines y de la música
grabada llevan añadido un tipo impositivo del 21% de IVA, cuando a los
espectáculos taurinos se les aplica el 10% desde el pasado 29 de de junio, y a
las revistas pornográficas sólo un 4%, da idea de cómo anda el aceite del
candil de Mariano Rajoy. Francesc de
Carreras señala en esa columna del diario madrileño que “hace ya bastantes
años, la UNESCO
estableció doscientos conceptos distintos de cultura. Una tarea inútil pero con
una conclusión significativamente peligrosa: la cultura no es nada y es todo.
Es decir, se trata de una palabra banal, polisémica, cualquier actividad humana
es cultura, todas las culturas son igualmente valiosas, no hay jerarquía entre
ellas”. Este es un país donde hasta se paga un “impuesto al sol” en beneficio de las compañías eléctricas. Día
llegará en el que pagaremos también un “impuesto
a la luna” (que se añadirá al precio de las latas de conservas), al ser ese
satélite responsable de las mareas vivas y de los consiguientes amarres en
puerto de los barcos palangreros. Será un nuevo impuesto a las latas de Vigo
ideado por Montoro. Vamos, un lío...
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