Balborraz
En la empinada calle de Barborraz, en Zamora, no hay cojos. El que se
cae, se mata o baja descalabrado hasta el Duero. Sobre todo si es invierno y
hay una fina capa de hielo bajo los pies. Allá por el siglo XVIII fue calle de
artesanos curtidores, guarnicioneros, zurradores y zapateros, como bien señala Balbino Lozano hoy en El Correo de Zamora. Cuenta Lozano que
“en el año 1750 se hicieron unas Ordenanzas nuevas para fijar las condiciones
que habían de tener las suelas, cueros de zumaque, vaqueta, cordobán y badana,
que se fabricaban en la ciudad de Zamora. La norma establecía que todos estos
géneros habían de estar herreteados con el herrete del Concejo, y para la venta
se fijaban las calles de Balborraz y Zapatería, en las que residían los
zapateros”. (...) “Se prohibía zurrar con tinta de caparrosa ni de zumaque porque
se quemaba el cordobán, debiendo hacerlo con hierro y tinta de vinagre. Los
zapatos habían de tener dos suelas y tacón, prohibiendo usar en ellos unto de
caballo o de otro animal, y emplear más que grasa o aceite. Los gremios habían
de nombrar veedores que cuidaran de la ejecución adecuada de los trabajos”.
Balborraz, que termina en la calle de la Plata, proviene del árabe bab al
ras, que significa “puerta de la cabeza”. Por alli, aunque parezca
trabajoso, han procesionado diversas tallas durante la Semana Santa. A un lado de la
calle existe una placa en recuerdo del imaginero de Coreses Ramón Álvarez Prieto, aunque en la
placa pone Ramón Álvarez Moretón. No
hay error. Nombre y apellidos hacen honor a la misma persona. Con el tiempo varió el apellido de su madre
anteponiendo el de Moretón incluso en las firmas públicas. Y al final de la
calle Balborraz que, como decía, baja hasta el río Duero, hubo una puerta con el mismo nombre en las
murallas, demolida en 1555 por amenaza de ruina. También hubo una casa
señorial, la de Men Rodríguez de
Sanabria, mayordomo de Pedro el
Cruel, así como el Palacio
de las Golondrinas, en el número 54 de la calle. También existen dos casas
modernistas de gran interés: la de Mariano
López, construida en 1910 en el número 4, y la de Faustina Leirado, en 1912, y que ocupa el número 3 de esa finca.
Fue una suerte para Zamora la llegada del arquitecto catalán Francesc Ferriol en 1908 como
arquitecto municipal. En la actualidad Zamora cuenta con 19 edificios
modernistas de excelente calidad, de los que 14 están firmados por él. Francesc
Ferriol también participó en el ennoblecimiento de la Plaza del Mercado. Buen
testimonio de ello es la casa de Crisanto
Aguiar (1908), donde destacan los tres piñones superiores que alojan medallones
con rostros femeninos, y otra construcción ubicada en la esquina de la calle
Traviesa. También proyectó las casas de Gregorio
Prada (1908) y de Norberto Macho
(1915), ambas situadas en la plaza de Sagasta. En la Plaza Mayor proyectó
la casa de Juan Gato (1912), que
remató con una solución acastillada, igual que hiciera en la casa de Tejedor (1913), situada en la Puerta de la
Feria. En la calle Santa Clara, está la
casa de Valentín Matilla, coronada por un magnífico piñón y conservando
el único portal modernista privado de Zamora. Tampoco hay que perder de vista
la fachada modernista del Casino (1905) obra, en este caso, de Miguel Mathet Coloma.
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