El periodista Ignacio
Ruiz Quintano, en el blog “Salmonetes
ya no nos quedan” escribía el miércoles, 30 de octubre de 2013, sobre “El Niño del Museo”. E incluía un
chiste de Gila en Hermano Lobo donde aparecían dos
personas contemplando una sepultura. Uno de ellos le decía al otro: “Le hemos
escrito el epitafio al revés para que él desde dentro lo lea al derecho”. Y
añadió debajo del chiste un pedazo del artículo de Antonio Díaz Cañabate que apareció en ABC el 20/10/70, donde
escribía: “Al “Niño del Museo” fue al primero que vi ponerse de espaldas para
citar al toro, pero no como los toreros cómicos de ahora, que lo hacen de
perfil y con la cabeza vuelta con disimulo para ver al toro. ‘El Niño del
Museo’, no. Se ponía completamente de espaldas a distancia. Movía la muleta. Y
me explicaba: ‘Mire usted, don Antonio,
yo le llamo el pase del elijan. El toro puede elegir al arrancarse, la muleta o
mi cuerpo. Yo no me muevo. Si elige el cuerpo, mala suerte’. La tuvo siempre.
Jamás presencié un pase del elijan en el que el toro optara por la muleta. ‘El
Niño del Museo’ era rubio y no desgarbada su figura. Es imposible describir su
toreo en serio, que se trocaba, a su pesar, en cómico. Era patético y al mismo
tiempo risible. Era sencilla, naturalmente genial. Ni el mejor de los toreros
cómicos de ahora le llega a la suela de las zapatillas”.miércoles, 23 de agosto de 2017
"El Niño del Museo"
El periodista Ignacio
Ruiz Quintano, en el blog “Salmonetes
ya no nos quedan” escribía el miércoles, 30 de octubre de 2013, sobre “El Niño del Museo”. E incluía un
chiste de Gila en Hermano Lobo donde aparecían dos
personas contemplando una sepultura. Uno de ellos le decía al otro: “Le hemos
escrito el epitafio al revés para que él desde dentro lo lea al derecho”. Y
añadió debajo del chiste un pedazo del artículo de Antonio Díaz Cañabate que apareció en ABC el 20/10/70, donde
escribía: “Al “Niño del Museo” fue al primero que vi ponerse de espaldas para
citar al toro, pero no como los toreros cómicos de ahora, que lo hacen de
perfil y con la cabeza vuelta con disimulo para ver al toro. ‘El Niño del
Museo’, no. Se ponía completamente de espaldas a distancia. Movía la muleta. Y
me explicaba: ‘Mire usted, don Antonio,
yo le llamo el pase del elijan. El toro puede elegir al arrancarse, la muleta o
mi cuerpo. Yo no me muevo. Si elige el cuerpo, mala suerte’. La tuvo siempre.
Jamás presencié un pase del elijan en el que el toro optara por la muleta. ‘El
Niño del Museo’ era rubio y no desgarbada su figura. Es imposible describir su
toreo en serio, que se trocaba, a su pesar, en cómico. Era patético y al mismo
tiempo risible. Era sencilla, naturalmente genial. Ni el mejor de los toreros
cómicos de ahora le llega a la suela de las zapatillas”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario