A mi entender, llenar las calles y plazas públicas de
bolardos y pesados maceteros de hierro fundido en evitación de posibles ataques
terroristas conduciendo furgonetas o vehículos pesados tiene mas inconvenientes
que ventajas. ¿Qué sucedería si tuviese que entrar con urgencia a esa calle
bloqueada una ambulancia o los bomberos? Pretender disminuir un riesgo creando
otro no parece que sea una buena solución a nuestros ataques de miedo. No se
pueden poner puertas al campo, salvo que sea de fútbol. ¿Se evitaría con esos
obstáculos posibles ataques yihadistas? Entiendo que no. Como bien sostiene hoy
Rubén Amón en un artículo de El País: “¿Dónde está aquí el enemigo?
¿Qué territorio ocupa? ¿Cuándo lo consideramos aniquilado? (...) No es posible
fichar ni seguir a cualquier musulmán que sienta como propia la llamada yihad.
No puede controlarse el terrorismo imitativo ni es viable amurallar las
ciudades de bolardos y cámaras. (...) Los únicos remedios concretos no van a
emprenderse nunca. Porque implican la acusación de Arabia Saudí y de las
satrapías del Golfo como divulgadoras y financiadoras de la doctrina letal del
wahabbismo”. Por muchos bolardos que se
instalen en calles y plazas, siempre
habrá un tipo, en ocasiones menor de edad, con un cuchillo, un hacha, o un
cinturón de explosivos, dispuesto a convertirse en mártir, llevándose por delante todo lo que encuentra.
Y mientras esas cosas acontecen, Jaime
Mayor Oreja, que fue ministro del Interior entre 1996 y 2001, y al que la Universidad Católica de Valencia le ha entregado la dirección de la Cátedra
Tomás Moro, señala que “los españoles merecerían que les
explicaran los atentados en español”, y así se lo ha indicado a Ferrer Molina en una entrevista en El Español. Supongo que Mayor Oreja
habrá querido decir “dar explicaciones en castellano”. ¿Acaso el idioma catalán
no forma parte de la cultura española? Mayor Oreja debería conocer que el Estatuto de Autonomía de Cataluña, en su artículo 6.a., señala: “El
catalán [...] es la lengua de uso normal y preferente de las Administraciones
públicas y de los medios de comunicación públicos de Cataluña, y es también la
lengua normalmente utilizada como vehicular y de aprendizaje en la enseñanza”. Que el consejero de Interior del Govern, Joaquim Forn, la alcaldesa
de Barcelona, Ada Colau, o el jefe
de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluis Trapero, diesen explicaciones
públicas en catalán ante los micrófonos sobre la tragedia de Barcelona se me
antoja de lo más natural. Lo raro hubiese sido que lo hicieran en tagalo o en
kirundi. Declarar, como ha declarado el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoído,
que la célula terrorista que atentó el pasado jueves en Barcelona y Cambrils “como
grupo organizado ya no existe”, es como para preocuparse. ¿Cómo puede hacer tal afirmación ese ministro cuando
todavía hay terroristas sin detener? La
CIA había avisado del peligro. ¿No será que existe una clara
descoordinación entre el CNI y el Govern
de Cataluña? No lo sé, sólo me lo pregunto sin encontrar respuesta. En fin, lo que interesa ahora es la
evolución de los heridos, muchos de ellos de extrema gravedad.
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