Muchos recuerdan que mañana hará 70 años que Islero metió su cuerno en la ingle
derecha de Manolete con las
consecuencias por todos conocidas. “La cornada fue seca, se lo llevó hacia
arriba, le dio la vuelta y lo tiró al suelo”, según contaba L. Cano en las páginas de ABC. Pero a Manolete no le mató Islero
sino una transfusión de sangre noruega. Aquel plasma liofilizado había sido
cedido a España por el Gobierno noruego para los miles de heridos de la
explosión de un polvorín de la
Armada en Cádiz, que había dejado 151 muertos, más de 5.000
heridos y 2.000 casas dañadas a las diez menos cuarto de la noche del lunes 18
de agosto de aquel año. Nadie se pregunta 70 años más tarde cómo terminó aquel
toro entrepelado y bragado de Eduardo
Miura, quinto de la tarde. Es posible que de un puntillazo. Islero le había correspondido a Gitanillo de Triana pero Manolete se lo
cambió por motivos que desconozco. Y por si lo sucedido en Cádiz era poca cosa,
el “Proyecto
Islero” fue la idea que Franco
llevaba en su cabeza de fabricar una bomba de plutonio, que encargó a un físico
militar del Ejército del Aire, Guillermo
Velarde. De hecho, la víspera del atentado en el que murió Carrero Blanco, éste se reunió en
Madrid con Henry Kissinger,
secretario de Estado norteamericano, con la idea de presionarle para que
firmase un nuevo tratado de colaboración con España que incluyese sus
quijotescas peticiones. Y en aquella reunión llevaba Carrero dos folios con el
resumen del “Proyecto Islero”, donde
se señalaba que España podía fabricar bombas atómicas. Pero Carrero saltó por
los aires al día siguiente de ese encuentro hasta una azotea de los Jesuitas,
en la madrileña calle Claudio Coello, por obra y gracia de un comando de ETA.
Sin embargo, ni su asesinato ni la muerte del Franco, acaecida dos años más
tarde, supusieron el fin del “Proyecto
Islero”. Según relata Velarde en un libro, “a los pocos días del atentado,
con Carlos Arias Navarro como nuevo
presidente del Gobierno, recibió la noticia de que se iba a avanzar con el
objetivo de disponer de un pequeño arsenal de bombas atómicas para el final de
la década”. Fue en 1987, ya con los socialistas en el poder, cuando se firmó el
Tratado de No Proliferación de Armas
Nucleares como parte del acuerdo para la integración de España en la CEE.
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