lunes, 27 de agosto de 2018

Extraños pactos de Estado



Pepe Fernández, en Vozpópuli, a propósito de los restos de Queipo de Llano enterrados en La Macarena, señala algo que está en la mente ciudadana, sobre todo de los nacidos tras la muerte de Franco: “Los hijos y nietos de la transición del 76 han decidido alzar ahora la voz para proclamar bien alto que no les gusta lo que se ocultó tras aquel pacto de Estado, impuesto por los sables y el heredero político de Franco a título de Rey”. Si echamos la vista a atrás nos damos cuenta de que todo fue pactado como consecuencia de un miedo cerval generalizado a la muerte del dictador, e incluso la Constitución del 78 está impregnada de ese desasosiego imperante. Julia Navarro (“Nosotros, la Transición”, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1995) cuenta (pág. 71) que “la política de ascensos de Gutiérrez Mellado también causó problemas a los ya existentes: Él quería poner en todos los puestos relevantes a la gente más demócrata y, sobre el papel, tenía razón; pero le faltaba mano izquierda, así que la impresión que tenían en las Fuerzas Armadas era que Gutiérrez Mellado ascendía a sus amigos, lo cual no era verdad; pero ellos lo creían así. Pondré un ejemplo: Gutiérrez Mellado tomó la decisión de ascender a  Ibáñez Freire saltándose a Jaime Milans del Bosch, lo que provocó un resentimiento profundo en este último. Fue un salto absurdo: se produjo una vacante en la Dirección General de la Guardia Civil y como el titular tenía que ser un teniente general, entonces ascendió a Ibáñez Freire saltándose a Milans del Bosch; eso era algo que, si se hacía, podía tener consecuencias. Y las tuvo”. Hoy ha muerto a los 95 años en Santander Alfonso Osorio, el que fuera vicepresidente segundo del Gobierno con Adolfo Suárez. Señala Julia Navarro, (pág. 63): “Casualidades de la vida, Osorio tuvo en Madrid de vecino a Luis Roldán, quien compró a Carlos Ibarra, un empresario amigo de Tierno Galván, la vivienda situada en la primea planta”, en el Madrid moderno. Lo que parece normal es que en las Cortes Constituyentes se hubiese decidido hacer un referéndum para que los españoles, que salíamos de una dictadura, nos decantásemos por la forma de Estado, pasando por alto el dedo de Franco  al señalar sucesor a Juan Carlos de Borbón. No existían derechos históricos, al haberlos perdido Alfonso XIII con su abandono cobarde en sus funciones de jefe del Estado en 1931. Tampoco los tenía su hijo Juan, que intentó ponerse al lado de los rebeldes durante la contienda sin éxito. En mayo de 1977 traspasó sus “derechos dinásticos” en su hijo, que era ya rey. Algo que se me antoja absurdo e incongruente.

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