Antonio
Elorza, en su columna de hoy en El País (“Conservadores y
reaccionarios”) señala: “Con Casado
asistimos a la recuperación del PP reaccionario. En nombre de ‘los principios’
y fidelidad al linaje político, Fraga incluido: la familia como tótem y ‘defensa
de la vida’ antiabortista; contrarreforma fiscal; mano dura con Cataluña y
legislación preventivamente represiva. Franco
donde está. Y rechazo a todo acuerdo de Estado con la izquierda. En suma,
reconquista en nombre de ‘la España de los balcones y las banderas’. Mal
presagio”. Pues no sé. España es el soporte necesario para que ciertos
patrioteros, algunos de ellos nacidos después de la muerte del dictador, nos
pretendan “conducir” por los caminos del ibérico solaz de prietas las filas,
recias, marciales, en un camino de genuflexiones y fatalismo difícil de
entender. El libro de Concha Alós, “Los enanos”, sigue presente hoy en este
país de sueldos de hambre, alquileres de pisos disparados, veraneos por cuenta
del adelanto de Cofidís… En nombre de unos “principios” que siempre están en boca de
aquellos que dominan el cotarro, políticos y clérigos, nos movemos por los
pasillos de la vieja “Pensión Eloísa”
donde malviven multitud de oscuros personajes, con cara de eternos opositores a
profesores de Secundaria y sin tener nada claro quién pagará su entierro. Dicen
que al Jefe del Estado le han hecho
escraches en Palma; que un turista británico está grave tras caer cuando
defecaba en un balcón de Magaluf; que un anciano ha sido pillado por la Guardia
Civil circulando en silla de ruedas por una autovía entre Mijas y Marbella; y,
que Bárbara
Rey piensa escribir sus “memorias” de forma novelada. De todas esas
noticias, me quedo con la del anciano y la autovía. Me recuerda la película “Una historia verdadera”, cuando Alvin Straight se monta en un cortacésped
para recorrer 500 kilómetros, desde Iowa hasta Wisconsin, por ver a su hermano
Lyle que se encuentra enfermo, pese
a que está enemistado con él desde hace diez años. En esa película existe un plano-grúa
donde el protagonista avanza hacia una carretera que se extiende recta hasta el
horizonte, y la cámara se eleva esperando captar la estela del audaz viajero
para a continuación volver a bajar y comprobar que este apenas se ha desplazado
unos metros. A los españoles nos ocurre algo parecido. Parece que avanzamos a velocidad
de crucero. Falso. Todo es un mero espejismo que produciría risa a un tuareg.
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