lunes, 20 de agosto de 2018

Sobre el celibato



Veinte de agosto, san Bernardo de Claraval, abad, impulsor de la reforma cisterciense y predicador de las cruzadas. Medió a favor del papa Inocencio II en el conflicto que le enfrentaba con el antipapa Anacleto II (Pietro Pierleoni) acusado de incesto con su hermana, con la que tuvo varios hijos, y una desaforada promiscuidad. Pero otros estudiosos entienden que esa “mala fama” fue para desprestigiarlo por su origen judío. A su muerte, Inocencio II convocó el Concilio de Letrán (1139) donde se prohibió el matrimonio de sacerdotes, diáconos, subdiáconos y monjes,  tener concubinas y la permanencia en sus casas de de cualquier mujer diferente a las admitidas en el Concilio de Nicea (325), es decir,  “aquella  persona que se sustrae a cualquier sospecha”: una madre, una hermana, una tía, etcétera. En el II Concilio de Cartago (390) se insistía en el tema de la castidad. Y en el I Concilio de Toledo (400) se decidió que  “el clérigo cuya mujer pecare, tenga potestad de castigarla sin causarle la muerte, y que no se siente con ella a la mesa”; y además,  “si la viuda del sacerdote o del levita se volviere a casar, sólo recibirá la comunión al fin de su vida. En II Concilio de Tours (567) se fue más lejos: “Cualquier clérigo que se encuentre en la cama con su esposa será excomulgado por un año y apartado del sacerdocio. Dos monjes no podrán dormir en la misma cama”. Y en el III Concilio de Toledo (589) se dejó claro que “las mujeres de los clérigos que pecaren con otro debían ser vendidas como esclavas y el precio se dará a los pobres”. Pero hay más: En el Sínodo de Pavía (1018) se prohibió a los clérigos legar propiedades de la Iglesia a su prole. El papa Nicolás II ordenó la excomunión de los sacerdotes casados que no repudiasen a sus esposas y prohibió a los laicos participar en misas celebradas por ellos -y de este papa el nicolaísmo, que así se denomina en la Iglesia católica a todo lo relativo al matrimonio o amancebamiento de clérigos-. En el Sínodo de Melfi (1089), el papa Urbano II impuso la esclavitud a las esposas de los sacerdotes y que sus hijos fuesen abandonados. Y a día de hoy se sabe que la Santa Sede conocía ya en 1963 la existencia de abusos sexuales en más de 1.000 menores por parte de más de 300 religiosos en Pensilvania. Existe un dosier de  1.356 páginas sobre tales monstruosidades. El papa Francisco está escandalizado. No es para menos.

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